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Contra los toros (de España)

Ahora sé que no se trataba de la suerte del toro. Era de España y lo que España significa

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Nuestra democracia no es falsa, y afirmarlo es una exageración o, peor aún, una mentira. Lo leo, lo escucho y lo veo con una frecuencia que inquieta, y sobre todo con una aceptación entre segmentos de la extrema derecha que empieza a preocupar. La democracia, la nuestra, es imperfecta. Pero siendo así jamás, nunca, en la Historia de España disfrutamos de un momento en el que la libertad nos ha acompañado con tanta devoción. Paul Auster interpreta el sentir de muchos españoles cuando afirma que para los hombres que no tienen creencias la democracia es su verdadera religión.

Lo que hace unas semanas hizo el Parlamento de Cataluña prohibiendo las corridas es un error, pero fue una decisión democrática. Lo que hizo ayer blindando los 'correbous' es también un error, pero no hay una gota de democracia. Un error no se enmienda con otro error, como un delito no se soluciona con otro delito. Pero eso es lo que está pasando en Cataluña, una sociedad tensionada por culpa de unas elecciones que anuncian cambio y fin del tripartito. Miles de habitantes despistados y en permanente desapego de una clase política instalada en la supervivencia y el mantenimiento del poder. Que los mismos diputados que votaron contra las corridas asuman con naturalidad el blindaje de una tradición en la que el animal es maltratado provoca inquietud y, por qué no decirlo, una cierta repugnancia política por aquellos que hacen una cosa y la contraria.

Cuando las corridas, socialistas y convergentes tuvieron libertad de voto; ayer no, votaron animados por el dedo del pastor que marca el camino a todo el rebaño. Cuando las corridas, filósofos, veterinarios y artistas desfilaron por el Parlament y abominaron de ellas; ayer no hubo nadie que recordara con argumentos -falsos o no, que como se ve para tener razón poco importan-, que dijera que el toro sufre en las corridas y sufre en los 'correbous'. Tampoco he visto a los animalistas recoger firmas y pedir adhesiones contra una tradición cuyo fundamento es bastante más simple que la tauromaquia evolucionada durante siglos. ¿Dónde estaban, qué hacían, que sentían cuando los diputados blindaban ayer al toro torpe y bobalicón que corre las calles de municipios catalanes, muchos de ellos gobernados por CiU y ERC? Cuando la democracia se vacía de contenidos en los parlamentos, aparece una cosa que recuerda mucho a la charlotada: el toro es falso, el torero un trasunto, las normas no existen y el público se entretiene. La desmesura que ayer vivió el Parlament en este asunto sólo tiene un beneficio: elimina dudas. Ahora sé lo poco que importa a los diputados catalanes el trato a un animal. Ahora sé que no se trataba de la suerte del toro. Era de España y lo que España significa. Creen que el sufrimiento del toro es territorial. Animalistas, prohibicionistas y filósofos de los derechos del toro pueden descansar en paz mientras toman una cerveza presenciando un 'correbous'. Le llaman democracia. Pero no lo es.