Francia topa con Afganistán en el Sahel
El secuestro de otros tres ciudadanos galos coloca a Sarkozy ante la disyuntiva de abrir un frente de guerra contra el terrorismo en la zona
Actualizado:El ciudadano francés se ha convertido en pieza muy cotizada en el Sahel africano. Tres tripulantes galos de un barco que operaba en las instalaciones petroleras de Addax, frente a la costa de Nigeria, se convirtieron ayer en rehenes de los piratas, como ya días antes lo eran del fundamentalismo más o menos vinculado a la franquicia mundial de Al-Qaida cinco trabajadores capturados en las minas de uranio que la multinacional Areva explota en el norte de Níger. Sin olvidar que el anciano médico Michel Germaneau fue decapitado cuando se encontraba en poder de los insurgentes que le hicieron rehén mientras realizaba labores en una ONG y una vez confirmado que Nicolas Sarkozy se negara a pagar el rescate y optara por una arriesgada y fracasada operación militar que, a la postre y a modo de venganza, costó la vida al septuagenario cooperante.
Francia se encuentra en guerra. En Afganistán con los alrededor de ochocientos soldados desplegados bajo el manto de la OTAN y en el Sahel, su propio frente, similar al del país centroasiático para los estadounidenses. El Bin Laden y su Al-Qaida de París están en la franja desértica africana, el 'cinturón del hambre'. Al-Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) se ha declarado enemígo acérrimo de El Elíseo y lo demuestra cada vez con mayor fuerza. Todavía fuera de las fronteras galas, pero lo intenta ya también dentro de su territorio europeo.
El Gobierno de Sarkozy se ha visto obligado a elevar el nivel de alerta hasta el rojo ante posibles ataques terroristas después de que sus sistemas de inteligencia detectaran un intento de atentado en el sistema de transporte parisino. Algo así como el 21-M de los Campos Elíseos. Ya la semana pasada la Policía tuvo que evacuar a 2.000 personas en la Torre Eiffel y sus aledaños tras una falsa amenaza de bomba.
Pretéritas y contemporáneas políticas de París comienzan a acarrear consecuencias. El odio pasado en la zona por el neocolonialismo y los excesos verbales actuales de Sarkozy se han maridado para configurar un caldo de cultivo peligroso desde Mauritania a Nigeria, pasando por Mali, Burkina Fasso y Níger. La prudencia y la inteligencia aconsejan desalojar la zona, pero los inmensos intereses económicos de la antigua metrópoli lo impiden.
Respuesta contundente
Sarkozy, que incluso llegó a criticar por blanda la gestión del Gobierno Zapatero para liberar a los cooperantes catalanes capturados en Mauritania, opta por una respuesta contundente. Ochenta militares galos han establecido una base de campaña en Níger para buscar a los cinco compatriotas en poder de AQMI, quienes, al parecer, ya se encuentran en Mali, en una zona montañosa de similar orografía a la cordillera afgana de Tora Bora. Aviones de reconocimiento para detectar emisiones de radio y otras señales electromagnéticas completan un operativo de complicado éxito, ya que «los terroristas desplazan mucho a los rehenes», según fuentes castrenses galas.
El Elíseo promete poner en marcha «todos los medios necesarios». Ello aterroriza a los familiares de los retenidos, con el recuerdo de Germaneau fijo en sus mentes. De momento, los primeros pasos no han sido buenos. La ofensiva lanzada durante la semana pasada por el Ejército mauritano bajo inspiración de París acabó con la vida de civiles tras el bombardeo de una columna de vehículos presuntamente terrorista. El 'error' ha vuelto a exacerbar el odio en la región y las consecuencias para los trabajadores de Areva se temen ya.
Una nueva acción de fuerza parece muy arriesgada. «Dependerá de las informaciones obtenidas. Tienen que estar al cien por cien seguros de la ubicación de los rehenes para no repetir el trágico error de julio», según sostiene un ex agregado militar destacado en Níger en el pasado. Los capturados están en manos de Abdenhamid Abú Zeid, el más sanguinario de los líderes terroristas zonales. Mató a Germaneau y al británico Dyer. No dudará en volver a hacerlo. París lo sabe. La duda estriba en que saber si Nicolás Sarkozy logrará frenar su ya conocida falta de paciencia.