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COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

UNA HORA CORTITA

YOLANDA VALLEJO
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ASan Fernando ya nada más le queda que le deseemos como a las parturientas 'una horita corta' porque el tiempo se ha echado encima y les ha llegado la hora. Ya saben que todo llega, y aunque por momentos suplicaban al reloj que no marcara las horas, pasado mañana el Bicentenario dejará de ser un deseo y será toda una realidad. Una realidad que por mucho que la estiren hasta mediados de octubre o de noviembre o de diciembre no ha llegado con un pan debajo del brazo, sino con un dedo acusador empeñado en hurgar la herida que ya se ha convertido en llaga tanto para la Isla como para Cádiz, que en menos de dos años pasará por el mismo trance. Y como del dicho al trecho hay un trecho tan grande, no es el momento de lamentarse del lastre que hemos ido soltando por el camino con tal de que el sueño volara. De eso, ya se encargarán los expertos en balances y las hemerotecas. Ahora, lo que toca es alegrarse porque algunos de esos proyectos en los que se confiaba hace casi una década hayan llegado a la meta y otros, quizá tomando atajos o con alguna carta guardada en la manga, también se han sumado a la gran fiesta -no lo olviden, misas, lápidas, recreaciones de cuadros, desfiles y poco más- de cuando España era una Isla. Que iba a ser una cosa y al final nos ha salido otra, sí. Pero ya se sabe que estamos en la tierra de la improvisación y de la dignidad. Y que con estos mimbres sólo se podía hacer este canasto. El canasto del todo vale y del vámonos que nos vamos. Total, al final siempre podremos recurrir a los versos del Tenorio: 'llamé al cielo y no me oyó/ y pues las puertas me cierra/ de mis pasos en la tierra / responda el cielo, no yo'.