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Editorial

Los fiascos del Milenio

La recesión no debe condenar al olvido los objetivos de la lucha contra la miseria

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La cumbre que desde ayer reúne a 139 jefes de Gobierno de los 192 países que en el 2000 firmaron en Nueva York la Declaración del Milenio tiene por objeto activar la consecución de los ocho objetivos establecidos antes del 2015, ya que el esfuerzo de los países desarrollados se ha visto gravemente dificultado por la crisis económica, que ha reducido lógicamente las cuantías de la Ayuda Oficial al Desarrollo. En la actualidad, la situación de la humanidad es catastrófica: 1.200 millones de personas subsisten con un dólar al día, otros 854 millones pasan hambre y 114 millones de niños en edad escolar no están escolarizados. Once millones de niños menores de cinco años mueren cada año, la mayoría por enfermedades curables, y medio millón de madres mueren durante el parto. El sida no está controlado y mata cada año a tres millones de personas, mientras que otros 2.400 millones de habitantes no tienen acceso a agua potable. Para paliar este desastre, la Declaración del Milenio se fijó ocho grandes objetivos, que versan sobre la erradicación de la pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad infantil y materna, el control del sida y el cuidado del medio ambiente. Pero estas acciones requieren ingentes recursos, que difícilmente se podrán conseguir en las actuales circunstancias. La Unión Europea es partidaria de imponer un nuevo impuesto sobre las transacciones financieras, una especie de ‘Tasa Tobin’, para destinar la recaudación al desarrollo de los países pobres. Mientras se logra implementar esta medida, el Gobierno español no termina de aclarar la puesta en marcha de una contribución voluntaria sobre los vuelos comerciales, como ya existe en Francia y en otros doce países. En cualquier caso, el objetivo de destinar a ayuda al desarrollo el 0,7% del PIB parece muy lejano: actualmente, sólo cinco países han llegado a esta cifra, y España ha aplazado este objetivo al 2015. Es de desear que la reunión consiga avances significativos, que palien una pobreza lacerante, especialmente hiriente en plena globalización. Sin duda, este designio contribuiría a afianzar la paz mundial y a erradicar el terrorismo.