Opinion

Claude Chabrol

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No voy a hablarles de las virtudes cinematográficas de este director recientemente fallecido, porque ya se encargarán otros de hacerlo. No es mi cometido. Aunque me gusta mucho el cine, y modestamente tengo algo de cinéfilo, no me siento capaz de hacer el ridículo repitiendo aquello que otros saben y dicen, o que quizá repiten de otros en una interminable cadena. No. La muerte del gran cineasta francés me ha traído otro tipo de reflexiones.

Si preguntáramos a algunos universitarios actuales quien fue Claude Chabrol puedo estar casi seguro de que ninguno contestaría, porque no lo sabrían. Lo cual dice mucho del nivel cultural de la parroquia de los Campus. Si rastreáramos las distintas cadenas que a lo largo del día vomitan bastante mierda hacia el exterior, sería prácticamente imposible encontrar programada una película de Chabrol. Muy sencillo: Chabrol es cultura. Todo lo mas, podría encontrarse en alguna cadena pública algo, alguna vez, a una hora tan intempestiva como pudiera ser la una de la madrugada, tirando para muy temprano.

Este panorama bastante desolador, contrasta notablemente con un pasado no muy lejano en que esto no sucedía. Un pasado en el que yo conocí el cine de Chabrol. Chabrol no era Douglas Fairbanks, ni Ronald Colman, ni Gary Cooper. Lo digo por lo del pasado, no vayan a creer que vengo del Paleolítico. Creo que fue allá por un invierno de mediados de los ochenta, que Televisión Española emitió un ciclo de cine dedicado al director protagonista de este artículo. Cada semana, no recuerdo el día, en hora de máxima audiencia nocturna, pongamos en torno a las diez de la noche, allí estaban puntuales las películas de Chabrol, los retratos sociales que él trazo en el celuloide como nadie. Y así fue como un joven de poco mas de veinte años quedó gratamente sorprendido por el buen hacer de un director que no conocía, pero que pudo conocer gracias a una Televisión Española que entonces seguía prestando un servicio público decente. Un joven que pudo disfrutar de esa galería de personajes que aun hoy recuerda vagamente.

Ahora que Chabrol ha muerto, yo abro las ventanas de mi memoria, y me vuelvo a asomar cada noche de la semana a su cine, aquél bálsamo de cultura de aquella etapa universitaria. Las abro para respirar el aire de un pasado que me alivia de las arcadas televisivas del presente.