Un joven marroquí se encarama a la vaya entre Melilla y Marruecos, durante las protestas de agosto. :: EFE
ESPAÑA

Zapatero lidiará con la ofensiva de Mohamed VI sobre el Sáhara

El Gobierno aspira a que la entrevista con el rey de Marruecos contribuya a normalizar las relaciones diplomáticas

MADRID. Actualizado: Guardar
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El ruido de las relaciones entre España y Marruecos ha estado centrado en los últimos meses en Melilla, pero la cíclica reivindicación de la ciudad autónoma no es ni mucho menos un asunto prioritario para Mohamed VI; ni siquiera para el primer ministro del nacionalista del partido Istiqlal, Abbas El Fassi. Cuando el rey marroquí se entreviste con José Luis Rodríguez Zapatero el próximo lunes, en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, lo hará en plena ofensiva internacional para apuntalar su postura sobre el Sáhara Occidental.

El Gobierno insiste en que su posición acerca de la antigua colonia española y el respeto a la «libre determinación» del pueblo saharaui no ha variado, pero también admite que es necesario ser realistas y que la solución a este contencioso tiene que ser aceptada por Marruecos o no será viable.

Este detalle es clave. España sabe que el país vecino nunca aceptará algo que vaya más allá de un plan de autonomía como el que Mohamed VI presentó ante la ONU en 2007. Una iniciativa que, como presumió el monarca alauí este agosto, durante la fiesta de la revolución del Rey y el Pueblo, ha ido ganando un «creciente apoyo internacional».

Las distintas campañas diplomáticas llevadas a cabo por Marruecos a lo largo de estos años han surtido efecto. Hubo una especialmente intensa a raíz del conflicto abierto meses atrás por la expulsión de la activista saharaui Aminatu Haidar, pero ya antes el Reino Unido, Alemania, Rusia y, por supuesto, Francia y Estados Unidos habían dado su visto bueno inicial a la propuesta.

Estrategia

En los círculos diplomáticos españoles se ha llegado a especular con la posibilidad de que tras los altercados de este verano en Melilla, cuyo origen y motivación nunca han estado claros, se escondiera una estrategia para empujar a España a un apoyo más explícito a la propuesta marroquí.

El caso es que no parece que José Luis Rodríguez Zapatero vaya a erigirse en un obstáculo infranqueable. Cada vez que ha habido una controversia con el país magrebí a lo largo de la legislatura, el jefe del Ejecutivo español ha defendido la necesidad de preservar las buenas relaciones por encima de otros principios. Fue el caso de Aminatu Haidar, pero también el de los activistas españoles golpeados durante una manifestación a favor del Sáhara en El Aaiún el mes pasado o el de la carta que El Fassi envió a Mariano Rajoy esta misma semana para tildar de «provocación» su visita a Melilla.

España tiene en Marruecos importantes intereses económicos -es el principal socio comercial del vecino norteafricano-, pero también le mueven otras motivaciones relacionadas con la seguridad, el control de la inmigración, de las rutas del narcotráfico y la lucha contra el terrorismo. Y esto último conecta de lleno con el asunto del Sáhara.

El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se mostró convencido hace tan sólo dos semanas -durante una rueda de prensa con su homólogo francés, Bernard Kouchner- de que la solución a ese diferendo «lograría estabilizar la situación en el Sahel».

El enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara Occidental, Christopher Ross, advirtió recientemente en un llamamiento a los países mediadores, entre ellos España, que si no desencallan las negociaciones y se mantiene la situación actual muchos jóvenes saharauis podrían caer en manos del extremismo. A los movimientos de Ross siguió el anuncio del rey Mohamed VI de que no «cederá ni un ápice» respecto a sus posiciones, según dijo en un discurso a la nación difundido el pasado julio con motivo del undécimo aniversario de su llegada al trono.