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Distracciones

F. L. CHIVITE
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Como todo el mundo sabe, Silvio Berlusconi es el individuo más rico de Italia. Luego, también es su primer ministro, claro. Como empresario, posee las tres cadenas privadas de TV más importantes. Como primer ministro controla la RAI, la cadena pública. También es propietario del mayor grupo editorial y de algunos periódicos y revistas. Hace unos días, en un encuentro con las juventudes de su partido (que, por cierto, se denomina, fíjense, 'Pueblo de la libertad'), les aconsejaba que no leyeran periódicos, que buscaran trabajo fuera de Italia y que intentaran casarse con alguien adinerado. Su pelo de fantasía, la piel de su cara, de una tersura y tonalidad inverosímiles, y la sonrisa extremada del que sabe que puede decir «la justicia no me alcanza», siempre están ahí. Cada vez que, por la razón que sea, se me pone delante, como ahora con ese vídeo saturado de carcajadas y aplausos, me pregunto: ¿El mundo del futuro, estará gobernado por tipos así?

Hace algún tiempo, Chomsky señaló que una de las principales formas de manipulación de la gente a través de los medios (en especial, a través de la TV) era la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes mediante continuas distracciones e informaciones insignificantes. Otra de las formas de manipulación consiste en extender de la creencia de que está de moda el hecho de ser estúpido, insolente y vulgar. Lo que en medios periodísticos se conoce con la expresión 'el perro de Alcibíades'. El tal Alcibíades fue un estadista ateniense del siglo V antes de Cristo. Se cuenta que, en cierta ocasión, pagó una gran suma de dinero por un magnífico perro y a continuación mandó que le cortaran el rabo y lo exhibieran por las calles de la ciudad.

El pueblo, incapaz de entender cabalmente la razón de ese absurdo comportamiento, no habló de otra cosa durante días. La astucia de Alcibíades, naturalmente, radicaba en que, mientras hablaban de su perro, no hablaban de las arbitrariedades y corrupciones de su gobierno. Las maniobras de distracción por medio de estupideces no son pues nada nuevo. Funcionan la mayoría de las veces. Pero no porque la gente sea estúpida. Sino porque, de hecho, necesitamos que nos distraigan. Eso me temo. Lo aceptamos de buen grado. Digamos que nos va el rollo. Más que de ciudadanía, ejercemos de público. La naturaleza humana es así, supongo. Demasiada realidad nos deprime. ¿Somos racionales? Sí, pero sólo a ratos. ¿Deberíamos serlo más? No lo sé. No estoy seguro de que eso fuera a mejorar las cosas. Lo malo es que pese a que constantemente se descubren sus burdas mascaradas, Berlusconi triunfa en las urnas. Sarkozy también es un poco así. Carla Bruni podría ser su perro de Alcibíades. Y sospecho que es un modelo que se extiende. En fin.