Artículos

LA GUERRA DE LIBERACIÓN

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hay que respetar a los que se parten el pecho luchando por ese compañero de trabajo a condición de no doblar el espinazo trabajando. ¿Qué sería de los que tienen que cumplir una jornada laboral sin las personas que se ganan el jornal cuidando sus condiciones? Lo que ocurre es que han llegado a ser excesivos, según algunos, y demasiados, según otros. No es sensato que, por mucho que se endurezca el juego, haya más árbitros que futbolistas, ni más gente que abandone su trabajo porque tiene la misión de velar por los trabajadores. Según algunos datos, sospechosos de parcialidad, en España hay unos 20.000 liberados. La palabra se presta a equívocos, ya que alude a la cancelación de la carga. ¿Es más llevadero luchar por los que acuden todas las mañanas al tajo que personalmente? El sindicalismo original, las 'trade unions' inglesas del XVIII, pretendía humanizar a las clases trabajadoras, pero según me explicaba Haro Regglen, el sindicalismo evolucionó de forma paralela a la de los partidos políticos. «Reducir liberados es atacar a los trabajadores», dice ahora el PSOE.

Ciertamente, los que han encontrado un empleo batiéndose por los que aún lo conservan, merecen un respeto y gratitudes. El problema es el número de personas que tienen la misma vocación. Quizá disminuiría el paso si se incorporaran a su trabajo algunos liberados, pero no están por la labor. Todos se consideran imprescindibles. Lo que se discute no es la importancia de los sindicatos, que es incuestionable, sino la inflación. Las posiciones encontradas no van a encontrar nunca un acuerdo. Hay quienes creen que sobran amnistiados del curro diario y quienes opinan que hacen falta más. Entre los segundos parece que no abundan los que añoran los tiempos en los que tenían como compañeros de trabajo.