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Tribuna

El mito de la caja

FERNANDO SICRE GILABERT
ABOGADOActualizado:

El mito se llamaba Pandora. El nombre responde al de una mujer hecha por orden de uno de los dioses del Panteón griego para introducir males en la vida de los hombres. No se sabe realmente el contenido de esa caja o jarra, si era bueno o malo, lo único que estaba claro es que no había que abrirla. Los presagios apuntaban que su apertura sería maléfica para las personas. Los bienes que constituían su contenido volarían a la casa de los dioses y sólo la esperanza de algún día recuperarlos, era el legado de la humanidad. La curiosidad, el anhelo por lo desconocido, o simplemente el placer de transgredir, llevaron a los hombres a vivir afligidos. En el presente la realidad puede superar la ficción y el mito pude convertirse en una plaga de incalculables consecuencias perniciosas para todos los españoles. Y ahora, igual que antes, todo por una caja. La de Pandora y la de la Seguridad Social. Teniendo en cuenta los dos grandes liantes metidos a mediadores para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, Carpanta-Rubalcaba y Bambi-ZP, nada bueno podemos esperar. Se ha especulado que las pretensiones de los nacionalistas vascos pasan por exigir la gestión económica financiera en el territorio foral de la Seguridad Social. No sólo sería un traspaso de competencias, la Caja Única, como moneda de cambio, desencadenaría un apocalipsis contra el Estado español. Su último bastión de mantenerse mínimamente cohesionado, es precisamente su gestión económica por la Administración General del Estado.

El riesgo que corremos como país es inasumible y su simple consideración como objeto de transacción, algo así como «todo lo que salga del Parlamento Catalán será asumido por el Estado», debe ser calificado una alta traición a los legítimos intereses de todos los españoles, vivan en los más recónditos rincones del territorio del Estado. La ruptura de la Caja, es como la apertura de la de Pandora. La solidaridad base del sistema español de Seguridad Social, se resquebrajaría al extremo de certificar la inaplicación del principio constitucional de igualdad de todos los españoles.

Los nacionalistas vascos venden sus intenciones aduciendo que es desarrollo del Estatuto de Guernica y el Tribunal Constitucional en una torpe sentencia, una más, entendió transferible en su día la gestión instrumental de la Seguridad Social (altas, bajas, cotización e inscripción de empresas), no así la unidad de caja, precisamente por atacar frontalmente a los principios de solidaridad e igualdad, base de nuestro ordenamiento jurídico. Además de ello, ahora añaden a su petición pretérita, la de la gestión de las políticas activas de empleo, en su acepción extensa. Es decir, no sólo pretenden las políticas de empleo que gestionan las demás autonomías, sino que exigen la competencia para la determinación y cuantificación de las bonificaciones aplicables sobre las cuotas de la Seguridad Social, lo que sin duda afecta de forma directa a la estructura financiera del sistema y por lo tanto al principio de unicidad de caja. Así, en el momento en que una comunidad autónoma tenga la facultad de modificar, por ejemplo, a la baja -que es la pretensión del PNV- esas cuotas, es decir, aplicar mayores bonificaciones sobre las cotizaciones sociales para la creación de empleo, eso, sin duda alguna tiene una repercusión directa sobre los recursos del sistema.

Quizás no seamos conscientes del problema que se cierne sobre el sistema español de la Seguridad Social en el medio y largo plazo. Y cuidado, el medio plazo en economía es el año. Y sin embargo, nos dedicamos a perder energías planteando hipotéticas transferencias y no haber resuelto ya el compromiso asumido con la UE para racionalizar, lo que supone la reforma en profundidad de nuestro sistema de pensiones, dentro del contexto del control del gasto público y de viabilizar el sistema en el futuro.

Ello traería como consecuencia inmediata recuperar el crédito del Estado español ante los mercados, así como hacer factible el saneamiento de las cuentas públicas. La razón próxima de acometer con prontitud esta reforma, no es otra que la constatación de debilidad de las cuentas de la Seguridad Social, que en 2010 terminarán con un más que exiguo superávit, rondando dos décimas del PIB aproximadamente. La situación se agravaría sobremanera si la tendencia del desempleo para 2011 es la que se presume, es decir, medio millón más de desempleados, lo que provocaría las primeras cuentas negativas desde la promulgación de la Ley de Separación de las Fuentes de Financiación del Sistema de Seguridad Social de 1997. Esta determinaba la financiación del sistema contributivo de pensiones con cargo exclusivamente a las cuotas de los sujetos obligados (empresarios y trabajadores).

Además y sólo a los efectos de mero recordatorio, los sindicatos consensuaron previamente las medidas que posteriormente supondrían la promulgación de la Ley 24/1997, antes referidas. Lo que significa, que por mera congruencia con ello, deberían estar de acuerdo con la bajada de las pensiones si el sistema contributivo no da para más. Pues bien, lisa y llanamente, la reforma que se pretende tiene un doble fundamento, trabajar más tiempo para que la relación cotizante-pensionista sea lo más equilibrada posible para el mantenimiento de un sistema de reparto como es el español y en segundo lugar, bajar las cantidades a percibir con carácter general. Para ello se pretende considerar como elemento de cálculo veinte años de cotización, sobre los quince que se consideran ahora.

Esperemos todos los españoles de bien, que el Presidente del Gobierno tenga por una vez en su vida auténtico sentido de Estado y deje cerrada y a buen recaudo la caja de Pandora y así, garantice la supervivencia de los ocho millones de pensionistas que ya existen en España y los que vienen. Pero, parece que tan insigne personaje, disfruta dándonos por la baticola. Tan es así que vamos a terminar sitiándonos como auténticos caballos cartujanos de pura raza española, por supuesto enjaezado con baticola y demás abalorios. Por ello le pido a Dios, de igual forma que Zeus se lo exigió a Pandora y a Prometeo, ilumine la faz del ínclito en la Moncloa y no haga la penúltima tontería.