EL TURISTA Y LA CASUALIDAD
Las preguntas de los visitantes y dos años de obras hacen pensar que urge la reconversión de Canalejas en un gran bulevar portuario
Actualizado:Varios amigachos que han estado en Nueva York me han contado, sin ponerse de acuerdo ni conocerse, que es relativamente frecuente que si algún vecino de la metrópoli aquella te ve consultando un mapa o con cara de buscar los nombres de las avenidas, se acerca y te dice: «¿Qué estás buscando? ¿te ayudo?». Sorprende ese gesto, imagino que no mayoritario, en los habitantes de una ciudad enorme en la que se presupone que todo el mundo está rebotado, acelerado y cabreado. Además de sorprender, alivia, porque soy de los que siente una pulsión compasiva irrefrenable cuando ve a esas parejitas mayores, o menos y con niños, por Cádiz, con su guía, semiplegada, alzando la barbilla para cotejar el nombre de la calle con el de su mapa. Tengo que contenerme para no decirles: «¿Qué está buscando? ¿Le ayudo?». Lo he hecho unas diez veces y, la mitad, hubo una respuesta recelosa. ¿Quién será éste? ¿Qué querrá pedirnos o vendernos?. Así que conviene dosificar el asunto.
Pero el pasado martes, caminaba apuraíllo por José del Toro cuando me asaltaron dos parejas maduras, con acento del norte y modales exquisitos: «¿Por favor, cómo podemos llegar a los bares típicos que están frente al mar, en el puerto pesquero?». Dudé, igual tartamudeé y luego vino la perorata de pimpi frustrado. «Verá usted, es que en esta ciudad, lo que se dice bares típicos, así, al borde del puerto, no hay». Les hablé de La Viña (cojan por aquí y por allá), de Plocia (bajen por esta calle y luego...) e incluso del Paseo Marítimo (si lo que querían era almorzar con olas en los ojos). Al marcharse, me quedé dándole vueltas. «Vienen confundidos», fue la primera reacción simplona. Pero la siguiente fue ponerla en duda. ¿No seremos nosotros los confundidos?. Esos cuatro sesentones buscaban la sensatez. En todos los pueblos o ciudades con mar que hayan visitado (ya sea en Grecia, Italia, Francia, Portugal, atlánticos, mediterráneos...) una zona urbana, habitualmente hostelera y turística de su parte vieja, está ubicada frente al mar. Aquí, no. Podríamos plantearnos si son las otras 5.000 localidades las que se equivocan. Cabe plantearse si su pregunta de forastero era absurda o lo inaudito era la espuesta.
Por cuestiones complejas, históricas o ignoradas ninguna zona de terrazas está situada, directamente, justo en el borde marítimo en el casco antiguo. Esta evidencia resulta más llamativa cuando hace una semana acabaron las obras de reordenación de Canalejas. Han cortado durante más de dos años ese frontal, han limitado la circulación a dos carriles, han cercado unos jardines que nadie ha echado de menos y han ocupado muchos metros de recinto portuario. Y contra el pronóstico general, para sorpresa confesa del Ayuntamiento y de todos los demás, que temíamos cierto caos, no ha pasado nada.
Igual sí. Lo que ha sucedido es que esa obra (cuyo objeto no parecía merecer la pena) ha resultado ilustrativa y ha confirmado lo que muchos pensábamos.
Que Canalejas es un espacio infrautilizado e ignorado que merece revisión urgente. Que los contenedores en esa zona del puerto son una molestia para los profesionales del transporte terrestre o marítimo y para los ciudadanos. Que la 'plaza del mar' ha sido la mejor idea del PSOE en Cádiz desde que nació Pablo Iglesias. Que el PP renovaría su inteligencia política si la hiciera propia. Que todos ganarían si esos camiones se quedaran fuera del casco urbano. Que esa parte del muelle comercial debe integrarse en la ciudad. Que la actividad portuaria (ni mijita de menosprecio, que no estamos ni para minusvalorar una tienda) puede prescindir de ese área y facilitar su renovación, sin menoscabo de su función. Que todas las ciudades lo han hecho. Que el tráfico que pasa por esa vía no es tanto, ni tan difícil de reconducir. Que esa zona, la recepción de la ciudad para todo visitante, debe ser alguna vez el gran bulevar turístico de la ciudad.
En definitiva, que los visitantes que preguntaron tenían su parte de razón y que los perdidos parecen ser los lugareños.