'El proyecto Erdogan'
Actualizado:Montilla ha optado por dilatar todo lo posible la legislatura y ha fijado las elecciones autonómicas el 28 de noviembre, aunque esta fecha tardía no permitirá al gobierno entrante confeccionar a tiempo los presupuestos del 2011. Lo ha hecho con la esperanza de intentar aún una remontada en las encuestas gracias a la tormenta judicial que se cierne sobre CiU -el 'caso Millet'- y al «rescate» legislativo de ciertos aspectos del 'Estatut' podados por el Tribunal Constitucional que le ha prometido el Gobierno. Todo indica sin embargo que estamos ante un cambio de ciclo por el desfondamiento del tripartito y el auge que ha adquirido CiU después de siete años en la oposición. El PSC habría perdido buena parte de su clientela natural por la condescendencia de los socialistas con el vector nacionalista de su socio republicano, y éste, desgastado, estaría cediendo terreno a CiU, que ha mantenido un discurso fuertemente soberanista, que presumiblemente se aplacará al aproximarse las elecciones para recuperar la posición central que la coalición mantuvo en tiempos de Pujol. En cualquier caso, CiU llevará en su programa la exigencia del concierto económico y ERC el referéndum de autodeterminación. Montilla, por su parte, parece haberse percatado a última hora de que la hecatombe que se le avecina se debe a la desnaturalización de su partido que ha abdicado de sus preocupaciones obreristas y sociales para competir en el terreno del catalanismo exacerbado. Tanto es así que las encuestas otorgan actualmente al PSC el peor resultado desde 1980, lo que sin duda tendrá también trascendencia en las elecciones generales. Para intentar un retorno a la imagen original, ha reclamado a Corbacho, que será el número tres de la lista por Barcelona, pero se enfrenta al peligro de una escisión del sector más catalanista, encabezado por Castells. El tormentoso escenario catalán anuncia, en fin, un debate electoral fuertemente identitario, en el que apenas el PP y Ciutadans representarán el clásico autonomismo. Aunque es probable que, si se consuma el cambio, CiU, que necesitará probablemente al PP para la investidura, derive en el poder hacia el pragmatismo y el sentido del equilibrio que lució durante su larga etapa al frente de la Generalitat.
Si el Gobierno turco gana hoy el referéndum constitucional, lo que no es seguro, el país vivirá un gran giro político, histórico y, más allá de la entrada en vigor de los nuevos textos, se producirá un cambio cualitativo marcado por lo que será visto como una gran victoria de Recep Tayyip Erdogan, primer ministro y líder del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo). Técnicamente se trata de acabar con las provisiones judiciales y del Tribunal Constitucional de la vigente Constitución de 1982, redactada bajo fuerte tutela militar tras el golpe del ochenta. Los uniformados se blindaron legalmente y se reservaron una influencia desmesurada. Algo que debe ser, y así lo reconoce la UE, cancelado en aras de la normalización democrática. Pero hay algo más: el AKP es un partido islamista, aunque moderado y liberal en economía, cuya visión no comparte buena parte de la opinión, kemalista y laica y el así llamado 'proyecto Erdogan' es lo que late bajo la consulta. En la medida en que el referéndum es legal y democrático es también inobjetable. Pero es previsible que si el Gobierno gana por la mínima la operación será más separadora que inclusiva. Lo que es inquietante.