Una nueva esperanza
Actualizado:No perdamos los estribos, no ha saltado el levante... mantengan la calma. Un capitán de barco sabe llevar su tripulación mirando más allá del horizonte del 2012. Queda mucho por navegar, pero atentos de no quedarnos encallados en un iceberg. Nos salen obstáculos y enemigos por todos los frentes. Han parado la obra del segundo puente, proyecto estrella para la conmemoración de la libertad de los españoles y de la libre expresión alcanzada hace ciento noventa y ocho años. Pero tranquilos, ante la adversidad y los tiempos de crisis podemos hacer dos cosas: una, recurrir al derecho al pataleo, y la otra, dar la vuelta a la tortilla de camarones. Cádiz, tacita trimilenaria, fue concebida, al igual que todas las ciudades históricas europeas, para ser recorrida por el peatón. Cádiz fue construida y terminada en el siglo XVIII. No nos engañemos, el coche actual, el de las cuatro ruedas con motor, en Cádiz, sobra. Tenemos ese impedimento. Sin embargo, nuestros ilustres antepasados sí que resolvieron problemas que tenían en sus tiempos, como el diseño de sus calles para que no moleste el viento en su interior, pero que sí que corra y circule para mejorar la ventilación, un sistema de alcantarillado de los primeros en España de la era moderna, alumbrado público, y muchos más detalles que forman parte de nuestras vidas, pero que en su época sí que fueron de vanguardia. ¿Podremos los gaditanos, y sobre todo nuestros «capitanes», ver la oportunidad que se nos brinda al ver al gigante del «pepé» parado y sin vida? Hagamos cuentas: si el litro de gasolina sobrepasa el euro, el parking cada media hora también y el billete de autobús cuesta un euro, no hay que ser un lumbreras para darse cuenta que si mejora el transporte público, se mejora la calidad de las comunicaciones, por muchos puentes sobre la Bahía que se construyan. Hay soluciones alternativas, menos vistosas que un puente, pero efectivas. Pero claro, parece que nuestros políticos quisieron ser deportistas en un primer intento de hacerse hueco en alguna profesión, intentando colgarse medallas de cara a sus colegas, sin importar que realmente se solucionen los problemas como es debido. Problemas reales, rutinarios, como es el de no encontrar parking día sí y al otro también suponiendo no llegar a tiempo al trabajo, o lo que es peor, que tu hijo te espere en la puerta del colegio porque «mis padres siempre vienen tarde a recogerme». Los gaditanos estamos a bordo de una ciudad que se hunde poco a poco porque no nos dirigen bien nuestros capitanes de barco. Miradla un poco, aunque sea de refilón, que no deslumbra como la plata, pero sí como el latón.