COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

EL CAZADOR CAZADO

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Suele ocurrir mucho. Se levantan ídolos con pies de barro que en las primeras lluvias se convierten en lodo. Ya se saben, aquellos barros trajeron estos lodos. A falta de pilares sólidos, cualquier material de construcción -o de derribo- es bueno para la sociedad que estamos cimentando. No es nuevo. Nos pasó con Mario Conde, que de doctor honoris causa en la Complutense pasó a recluso ejemplar en Alcalá Meco. O con Julián Muñoz que empezó la casa por el tejado, haciendo castillos en el aire y acabó como el más común de los presos comunes y sus huesos en la cárcel. Es lo que tiene confiar al azar lo que no debería estar en manos de la fortuna.

Menos mal que las piezas del puzzle casi siempre son intercambiables y demuestran que, a pesar de las apariencias, lo que mueve al mundo es una ciencia exacta, por aquello de que el orden de los factores apenas altera el producto, aunque el producto muchas veces venga ya adulterado de fábrica. Observen. Estamos permanentemente observando y observados -¿cuántos observatorios existen?-, y aún así la realidad supera siempre a la ficción. El profesor -era así como lo llamaban- Neira estaba al frente de uno de ellos, el que Esperanza Aguirre habilitó para que el ciudadano observara la violencia de género en Madrid. Lo único que había hecho Neira para merecer el cargo era llevarse una paliza por salir a defender a una mujer. Nada más -vale, nada menos-. Un héroe nacional. Pero como no se puede sacar de dónde no hay, una triple tasa de alcoholemia acabó desmoronando los pies del ídolo. Qué le vamos a hacer. Se cierra el observatorio. El observador está siendo observado. Es como para pensarlo.