Guerra de guerrillas en el punto
La cooperativa, que vivió tiempos mejores, agudiza sus reflejos para adaptarse a un mercado sujeto a continuos cambios Vanguardia, el taller de confección puertorrealeño, es de los pocos que resisten frente a China
Actualizado:El punto, como algunos animales, se encuentra en peligro de extinción. Algunos dicen que es estructural, que el sector textil ya lleva años en crisis. Los puertorrealeños de Vanguardia lo saben de primera mano. Fundaron su cooperativa en 1988, y veinte años después son casi los únicos que se mantienen dentro del género.
Empezaron con sencillas máquinas manuales, más cercanas a la artesanía que a la industria. «Todavía las hay, aunque nosotros no las conservemos», explica Lourdes Calderón, actual secretaria, quien explica que precisamente con el paso de los tiempos uno de los principales inconvenientes para mantenerse en el sector es que este «requiere una maquinaria muy específica y concreta», lo que hace del punto «algo muy complicado», confiesa.
Lourdes fue de las pioneras, junto a su hermana Rosario. «Mi madre fue la que nos metió en esta historia». Recuerda las idas y venidas por el 'corte', ese taller de costura que su precursora tenía en casa.
«Yo me salí del colegio, y ella me lo dejó claro: cómprate una máquina de coser y empieza a trabajar» y ahora agradece ahora el sabio consejo. La reprimenda terminó convirtiéndose en una fuente de empleo.
Las dos hermanas arrancaron en una pequeña tienda en la calle Sagasta de Puerto Real. «Estando allí hicimos algunos pases de modelos en Cádiz, en El Andén», se retrotrae a aquellos primeros pasos.
Toda la Bahía empezó a interesarse por lo que hacían, en gran medida gracias a que ellas mismas elaboraban sus diseños, y lo siguen haciendo. «Asumimos todo el proceso, desde el cono de lana hasta que lo metemos en la bolsa», dice incorporándose a la conversación José Manuel Pérez, marido de Lourdes y presidente de un proyecto eminentemente familiar.
Son muchos los lastres en una carrera desigual frente a rivales como el gigante chino. «No necesitamos tanta mano de obra, pero es un proceso más elaborado, y por tanto, más caro», resume Lourdes.
Llegaron a ser siete, a base de «un compromiso muy grande» y de «muchas fatigas y momentos muy difíciles», pero la amenaza de Oriente empieza a doblarles el pulso. «En señora todo ha caído mucho, y es por los chinos». Desvela que las fluctuaciones les han hecho inclinarse por el sector infantil. «Ahí hay un poco menos de competencia; en un chandal o una camiseta es imposible, pero en el punto sí», comparan.
En caballero trabajan por encargo. Todavía suministran a alguna gran firma, a la que garantizan una personalización que llega hasta una etiqueta de la que no puede deducirse ese 'made in Puerto Real'.
«Hemos ido dando muchos tumbos», asume Lourdes, quien guarda especial cariño a los cinco años en que trabajaron para la prestigiosa firma Mayoral. «Hasta que nos dieron la patada y se empezaron a llevar toda la producción a Turquía y Marruecos», puntualiza, dolida por las implacables leyes del mercado.
A pesar de todo, no hay resquemores. «Ellos nos enseñaron a confeccionar las prendas para niños», reconoce José Manuel. Empezaron a manejar materias primas especiales o a medir el posible encogimiento de las prendas antes de que lleguen al cliente.
«Eran muy exigentes» refresca sobre unos tiempos en que la maquinaria funcionaba al máximo rendimiento: llegaron a fabricar hasta 20.000 prendas por campaña. «Esas cantidades se acabaron ya», dictamina José Manuel.
Hoy su principal cliente puede sorprender: «Trabajamos mucho para la Armada, a través de un intermediario», desvela. El tan socorrido jersey azul de los marinos de La Isla es uno de sus 'básicos'.
«Llega ser odioso, terminas hasta las orejas de hacer siempre lo mismo», se queja con la boca pequeña José Manuel, porque esos números les sustentan. De sus talleres pueden salir unos 4.000 suéteres cada temporada, 10.000 si se cuenta de diciembre a diciembre. El filón choca con la falta de mano de obra especializada. «Todo lo que va para los militares lo estamos confeccionando en Málaga», pone de ejemplo. «Aunque quisiéramos encargarlo por aquí, no hay nadie que lo haga», remacha Lourdes. Cuando hay prisa, la I+D+i siempre llega fuera de tiempo.