Si 'neiras', no conduzcas
Hablemos de cómo en la era de la videopolítica, los méritos para un cargo ya no se atesoran en una vida de estudio o experiencia
Actualizado: GuardarPara una vez que teníamos un héroe, se nos hizo pronto villano. Me temo que la vida útil de Jesús Neira como carnaza mediática ha tocado a su fin después de habérsele sorprendido borracho, triplicando la tasa de alcohol en sangre permitida y conduciendo de forma peligrosa. Tuvo suerte de que lo detuvieran antes de causar un accidente. Su situación penal hubiera sido muy comprometida. Ahora solo está en entredicho su posición política. Si hubiera metido la mano en la caja, el PP hablaría con circunloquios gürtelianos, pero conducir bebido. Eso no tiene perdón.
Neira no es el único hombre que ha defendido a una maltratada, aunque lo parezca. A bote pronto, me viene a la memoria Jorge Vicente Sánchez, un joven madrileño que paseaba a su perro cuando hubo de intervenir para salvar a una mujer que estaba recibiendo una paliza de su novio. Al recibir la medalla al mérito ciudadano, el pasado abril, se quitó importancia declarando que el 95% de la gente hubiera hecho lo mismo. También pagó su hazaña con un ingreso hospitalario, pero no ha querido protagonizar ningún 'show'. Neira, en cambio, se subió a la ola mediática en cuanto salió del coma, probablemente para resarcirse de los años de indiferencia que sus investigaciones como profesor han suscitado en la prensa. Y como rentabilizó mucho su heroísmo, ya no se pudo hablar de una «actuación desinteresada».
De las graves secuelas que sufrió Neira, aún no sabemos la parte de responsabilidad de los servicios sanitarios de la Comunidad de Madrid, que no detectaron las lesiones que lo llevarían al coma. Por eso resultó sospechoso su nombramiento como presidente del Observatorio contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid, sin que quedaran acreditados sus conocimientos sobre el particular. Neira ha malbaratado su éxito, pues aunque fuera cierto que la curda la causó la mala reacción de un medicamento, prever esas contraindicaciones forma parte de las obligaciones de un conductor responsable.
Fin de la historia, pues. Y ahora, no hablemos de un ídolo caído o una egolatría mal alimentada, sino de lo que este asunto dice sobre nosotros, de cómo los medios nos arrastran a historias morbosas en que se obvia algo fundamental -la presunta negligencia de la Sanidad madrileña-, para primar aspectos emocionales sobrecogedores. Hablemos de cómo en la era de la videopolítica, los méritos para un cargo ya no se atesoran en una vida de estudio o experiencia, sino en una gresca grabada por las cámaras de un hotel. Y se pierden en una mala noche recogida en imágenes del Samur.