«No tienen pruebas, el Gobierno debería tomar medidas»
Dos gaditanos permanecen retenidos en Tánger, tras ser condenados a tres años de prisión en Marruecos por un delito de narcotráfico; Se les imputa un alijo de hachís que apareció a 500 metros del lugar donde recalaron con su barco, tras perderse en El Estrecho
Cádiz Actualizado:«No nos merecemos nada de esto». Jorge Cano, de 47 años, tiene días buenos y otros, como el de ayer, peores, en los que se levanta nervioso y siente que no hay esperanza. Días en los que se siente desencantado con todo y con todos y sólo con ganas de desahogarse.
Desde el pasado mes de junio vive retenido en una habitación del Hotel Paris de Tánger (Marruecos), donde comparte destino con Juan José Ramírez Ruiz, vecino de Los Barrios (como él), de 27 años. Ambos pueden visitar el zoco y salir a las calles de la medina; están en libertad, pero no pueden volver a España con los suyos, al estar condenados por la Justicia marroquí a tres años de cárcel y a pagar 160.000 euros por un delito de tráfico de hachís del que, según defienden a capa y espada, «no hay pruebas» y son «inocentes».
Fueron detenidos el pasado 5 de junio en una playa marroquí, cerca del islote de Peregil, a donde llegaron sin gasolina y a la deriva en una lancha deportiva recién comprada por Jorge, con la que habían salido a pescar y se perdieron en aguas del Estrecho. Empujados por el temporal de viento y olas, llegaron a Marruecos y fueron interceptados por agentes de la Gendarmería alauita, que los relacionaron con el hallazgo de una moto de agua cargada con 260 kilos de hachís que había aparecido abandonada a unos 500 metros del lugar donde ellos fondearon.
Aquel día, recuerda Juan José Ramírez, ellos dos habían salido a la mar a pescar con el hijo de 16 años de Jorge Cano, que sí ha sido liberado y se encuentra en España. Salieron de Algeciras y se dirigieron a Tarifa, pero en mitad del viaje, «se levantó viento y decidimos volver al puerto de Algeciras», relata Juan José, que ha cumplido los 27 años en Tánger, a finales de agosto. Sin embargo, al regresar, el barco se internó en la niebla que ese día tomaba El Estrecho. «Echamos el ancla a la espera de que se despejara, pero la corriente no nos dejaba y nos puso en mitad mar».
Al poco tiempo, se quedaron casi sin gasolina y al ver la silueta de unas montañas, se dirigieron hacia ellas. Avisaron a Salvamento Marítimo en España, pero antes de que fueran rescatados, «llegó una lancha de la Gendarmería que nos llevó a alta mar; nos dijeron que echáramos el ancla y se marcharon», recuerda Juan José. Poco después, fueron detenidos. Trascuatro días en la Gendarmería, el menor fue puesto en libertad y devuelto a España, pero su padre y Juan José tuvieron que permanecer en Tánger a la espera de la investigación y el juicio -que se celebró hace un mes y medio-.
Un teléfono, única prueba
«Todos nos decían que no pasaría nada, que saldríamos libres, pero el juez finalmente nos ha condenado». Según Jorge, la única prueba de cargo utilizada contra ellos parece una broma de mal gusto: «El juez de instrucción dijo que en nuestro teléfono había un número español desde el que se había llamado a otro número de Marruecos, que a su vez, había hecho una llamada a un preso marroquí por narcotráfico». Pero resulta que ese número era el de Salvamento Marítimo. «El Gobierno debería tomar medidas, porque por esa regla de tres, están acusando a Salvamento Marítimo de ser también narcotraficantes», asegura Jorge Cano, mientras aguarda que la Justicia Marroquí responda a su recurso de apelación.
Los gaditanos reconocen que a veces sienten que caminan solos por este calvario, pero ambos saben que tienen muchos apoyos oficiales detrás: desde el cónsul de España en Tánger -que ha mediado ante los jueces, para presentar pruebas a su favor-, hasta una ONG marroquí y el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, que cada día se pone en contacto con ello para asesorarles. Hasta el Rey Juan Carlos I les ha contestado a una carta en la que le pedían ayuda.
Sin embargo, la coincidencia con el mes de Ramadán lo ha retrasado todo. Y a Jorge y a Juan José, la espera lejos de su hogar les pesa como una losa. «Llevamos ya 90 días, pero parecen 90 meses», se quejaba ayer Cano, desesperado. Juan José Ramírez, apunta: «Nos perdimos en la niebla, pero parece como si aún no hubiésemos salido de ella».