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LAS ARENGAS NO SE LLEVAN

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En el mensaje de Obama tras la retirada de las tropas de combate en Irak no hubo canto de victoria, ya que no se ha producido. Tampoco se oyeron cantos de derrota, ya que según confesó el presidente aún queda mucho trabajo por hacer en ese país, aunque quede muy poco de él en pie. No era momento además de arengas para enardecer los ánimos. En primer lugar porque los ánimos andan por los suelos y habría que agacharse para recogerlos y en segundo porque las arengas están en desuso. Además, tras la salida de los combatientes, 50.000 soldados seguirán allí hasta finales de 2011.

Cuando las guerras se acaban para hacerle sitio a otras, de lo que más se habla es de su inutilidad. Pasó en Vietnam y está sucediendo en Bagdad. Parece ser que el reconocimiento del desperdicio de vidas y de dinero es siempre tardío. Los más serenos historiadores, que no son nunca contemporáneos, suelen coincidir en que las guerras las pierden los dos bandos, uno antes y otro después. Como la experiencia colectiva es algo que no existe, los conflictos armados son la práctica más antigua de la humanidad, anteriores incluso a que hubiera armas.

El jefe de Gobierno iraquí, Nuri al Maliki, acaba de proclamar que su país ha vuelto a ser soberano e independiente. Está convencido de que el Ejército y la policía son suficientes para garantizar la paz. Otros altos mandos discrepan y opinan que harán falta unos diez años. Postguerras ha habido más duraderas. Hay que contar además con los insurgentes partidarios de Al Qaeda y con las milicias chiíes. Sobre todo con las balas perdidas, que nunca se pierden. Como en la novela de Erik María Remarque titulada 'Sin Novedad en el frente', siempre hay alguien que muere cuando estaba contentísimo, festejando que había estallado la paz. La única ventaja de estos muertos a destiempo es que no tienen que oír más arengas.