PIDIENDO REY
Actualizado:Uno de los métodos más fiables para medir la temperatura social es el termómetro vecinal. Ése que, como quien no quiere la cosa, va marcando los grados que alcanza el 'cambio climático' de la sociedad actual. Cambios que se materializan en la forma de vestir, de comer o de divertirse, en las necesidades creadas -¡Cuánta gimnasia demanda la tercera edad!-, en las peticiones formuladas a los gobernantes. Esta pasada semana, sin ir más lejos, la Asociación de Vecinos de Astilleros presentó una larga lista de lo que consideraban actuaciones necesarias en el barrio, entre ellas la alegación al PGOU sobre la construcción de una iglesia en el barrio, algo que no consideran los vecinos necesario porque ya tienen una guardería «por lo que contar con una iglesia saturaría toda la zona». En fin. Que el barrio prefiere una pista de pádel, de patinaje o de petanca, un centro de salud, un parque para mayores o un gimnasio. «Un sitio para distraernos», en definitiva es lo que demandan, que tienen más interés en el cuerpo que en el alma, parece. Quien quiera ir a misa, decía una vecina, que coja un autobús y que vaya a otra parte. Ahí es dónde se nota el cambio. En Santa María, no hace mucho, los vecinos elevaron sus protestas al Ayuntamiento porque estimaban que no era urgente un equipamiento cultural en el barrio y que un gimnasio vendría mejor que un libro. Aún no tienen ni una cosa, ni otra.
Algo así les pasó a las ranas de Samaniego, aquellas que viviendo tranquilas en la laguna, se complicaron la vida pidiendo un rey. Y que no contentas con lo que les mandaba Júpiter, protestan y presentan alegaciones hasta que les envía una culebra por monarca. «Padeced, les responde, eternamente; / que así castigo a aquel que no examina / si su solicitud será su ruina».