Los tres hermanos y las esposas de dos de ellos mostraron las denuncias que han interpuesto. :: L.R.
Ciudadanos

«Si no cobramos, lo perderemos todo»

Antonio, José Luis y Juan, tres hermanos de Sevilla en la ruina económica, tendrán su juicio con la empresa el 18 de octubre

SANLÚCAR. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Han venido desde Sevilla, como aquel que dicen, con una mano delante y otra detrás. Son Antonio, José Luis y Juan Jiménez. Tres hermanos de 42, 38 y 39 años, que están sufriendo las consecuencias de los problemas económicos por los que atraviesa Proasal. Llevan tres meses sin cobrar y no lo entienden. «La producción sigue adelante, la empresa vende... ¿dónde se va nuestro dinero?».

La gota que colmó el vaso de su paciencia fue conocer, hace escasos días, que la empresa había ingresado el 80% del dinero de la paga extra de verano a todos los empleados menos a ellos, que ya habían presentado la demanda judicial por impago. De este modo, sus ya de por sí débiles economías padecen doblemente este revés, y el tiempo se les agota. «Yo trabajo haciendo trajes de flamenca, y tenía un dinero ahorrado, pero ya se me está acabando. El mes que viene no podremos pagar la hipoteca. Además comienza el colegio de los niños, son muchos gastos...».

Desesperados

Nati Nuñez, la esposa de Antonio está en un bucle de desesperación sólo comparable al de su cuñada, Esther Guijo. «Vivimos en casa de mi suegra. Ella nos da de comer. Yo no tengo ni un céntimo, ni para darles yo el desayuno a mis hijos». También sin trabajo, intenta apoyar en la medida de lo posible a su marido, Juan, que está de baja por depresión. El tercer hermano también. «Yo soy divorciado, no puedo entregar nada para la manutención. Ya he entregado el coche al banco, tampoco puedo pagar las letras».

Los tres han denunciado su situación ante el juzgado de lo Social de Jerez y el primer juicio será el 18 de octubre. Pero hasta entonces sus economías siguen atascadas en la ruina. «Nosotros lo único que queremos es trabajar y que nos paguen. O que nos despidan, nos den la indemnización y podamos cobrar el paro. Pero no podemos seguir así». Los hermanos Jiménez no son los únicos sevillanos que trabajan en la salina. Van y vienen a diario de Sanlúcar hacia la capital hispalense, con el consecuente coste de desplazamiento. «Somos siete, pero los demás prefieren no salir». Esta es la tónica que, según ellos, siguen otros compañeros que tampoco quieren denunciar la situación de impago. «No existe unidad entre los trabajadores ni en torno al comité de empresa. Hay muchos hombres de cincuenta años que prefieren no protestar porque temen quedarse sin empleo, y piensan, ¿dónde voy a ir?». De momento ellos se vuelven a Sevilla con la esperanza de que su rebeldía ante una situación a todas luces injusta provoque la reacción de Proasal y que se estudien medidas para comenzar a cobrar. «Allí ni siquiera quieren recibirnos. Nos dicen directamente que no vayamos porque no van a hablar con nosotros».