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LA CASAPUERTA

MAMARRACHOS Y MAMARRACHAS

PEDRO ROMERO
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Hablando en plata y con la mano en el corazón: ¿A quién le gusta que ofendan a su tierra? ¡A nadie! La tierra donde se nace es sagrada, sentimental e íntima y cuando cualquier estómago agradecido osa descaradamente a atravesar la línea fronteriza de esos valores inalterables, salta la chispa y la pólvora corre envenenada en el alma de los ofendidos que sacan el hacha de guerra.

Y en eso estamos. En defender Andalucía con todas nuestras energías y en gesto recíproco, devolverles la pelota a quien nos ofenden desde sus poltronas millonarias sufragadas religiosamente por el pueblo. Tristemente los dirigentes se mofan de los andaluces, precisamente ellos que deberían tener más respeto con la región más histórica y emblemática de España que, por añadidura, es la más reconocida mundialmente.

Si no hablamos correctamente el castellano, tampoco es un dialecto. Es parte sustancial de nuestra riqueza cultural de lengua pidgin, más el añadido del nativo que no en balde recibió las primeras clases de abecedario de los fenicios. Y el andaluz Antonio de Nebrija en gramática, puso cada cosa en su sitio allá por 1492.

No insultar más a Andalucía politiquillos de verbenas, charlatanes de feria, camaleones de guantes blanco. Dejad a Andalucía y a los andaluces en paz y recordar que las desgracias que arrastramos han sido producidas por vosotros mismos; por vuestras inoperancias y mezquinas actuaciones. Que los andaluces ¿hablamos mal? ¿No pronunciamos bien? ¿Somos chabacanos? ¿que somos Vagos? ¿Que nada más que queremos fiestas y cachondeo? Sólo dos palabras como respuesta: ¡Váyanse al carajo!