Los hombres de Scariolo sumaron una importante y balsámica victoria ante Nueva Zelanda en el segundo encuentro del Mundial. :: AP
CRÓNICA

España regresa a la realidad

'La Roja' desempolva lo suficiente de su arsenal para recuperar una imagen solvente

ESMIRNA (TURQUÍA). Actualizado: Guardar
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En el interminable paseo marítimo de Esmirna, el sol pega de lleno. Los chicos combaten los cuarenta grados y las consecuencias de la humedad con baños desde un muelle bajo el que el agua dibuja un color indescifrable, en absoluto traducible por una invitación a la zambullida. Quizá por ello, porque nadar saben, improvisan flotadores con una cuerda y botellas de plástico vacías, no vaya a ser que tengan que ser recogidos a la carrera. Cerca de ellos, la pesca se convierte en poco menos que un deporte-actividad nacional. Unos cangrejillos de cebo y las capturas parecen cortadas a troquel. Pequeños sargos que animarán la mesa de familias necesitadas. Esos pececillos emulan lo que España va recogiendo de su aún incipiente paso mundialista. Anotaciones a pie de página de un equipo cargado de razones para ser optimista y ambicioso, pero de momento sólo hilvanado a falta de que la maquina remate cada puntada. Capturas que animan un cestaño, pero no lo llenan.

Superada la decepción de una inauguración accidentada, que permitió a Francia cortar la cinta cuando las tijeras las tenían preparadas los de Sergio Scariolo, en la jornada de ayer los campeones del mundo retornaron a la realidad. No podía ser de otro modo, pero siempre queda la mosca tras la oreja. Hubiera sido una hecatombe siquiera el atisbo de una nueva muesca en la carrocería provocada por la voluntariosa y poco más selección neozelandesa. Su 'haka', la danza ritual maorí que interpretan antes de cada cita, tiene su razón de ser en provocar el temor en el enemigo. Vamos, meterle el miedo al prójimo en el cuerpo con movimientos espasmódicos, ojos a punto de reventar las costuras y gritos con eco de entrañas. Les funciona mejor a sus compatriotas del rugby.

No tardó 'La Roja' en sentar las bases del juego. Sacó el tablero, lanzó los dados y sus fichas corrían el doble que las de los 'Tall Blacks'. A los cinco minutos de juego ya habían anotado todos los jugadores españoles en liza, mientras que Nueva Zelanda, como se esperaba, se encomendaba a Penney, que sellaba más de la mitad (11 de 19) de los puntos de su equipo. Sin lugar a dudas, él era el hombre a tener cuenta, el verdadero peligro para los hombres de Scariolo, que ya estaban avisados de este hecho.

Hasta entonces, todo correcto. Jorge Garbajosa permutó con Felipe Reyes en la titularidad en el puesto de cuatro y acabaría por darle sentido a un choque en el que más adelante se notaron sus galones, lo que por añorada siempre es una excelente noticia. A su vera, la cuadrilla cumplía con la faena. Todo iba dentro de las pautas previstas.

Con la segunda unidad activada por Scariolo, Nueva Zelanda creyó ver un hilo de luz, una tímida esperanza de poner en dificultades a un equipo superior en todas las facetas de este juego. Lo intentaron los 'kiwis' y por momentos sacaron petróleo de los tres primeros mandamientos del basket, que se concentran en cerrar líneas y ayudarse como hermanos en defensa y lanzar con confianza. Además, encontraron en Abercrombie a un complemento perfecto para Penney. Redujeron su desventaja al descanso a un par de canastas de dos, pero ya habían escrito su epitafio. Claro que no lo sabían.

Scariolo alentó a su avanzadilla. Pidió fluidez, velocidad de manos en el pase, sentido común y espíritu de equipo. Debió tocar la tecla exacta porque eso es lo que ofreció España en la segunda parte. Sin brillantez al principio, aunque con brillos muy agradecidos cada vez que buscaron el pase por encima del aro. Y ya se sabe lo que puede pasar cuando los receptores se llaman Rudy Fernández, Fran Vázquez o Marc Gasol. El espectáculo se avecina porque los campeones comienzan a carburar, fue la moraleja.

La selección española demostraba que podía dar una gran imagen en una nueva cita de prestigio. Otra vez venía a la mente el último Eurobasket, donde España comenzó mal y terminó en lo más alto.

Imperó la lógica

Así, la lógica imperó. Cuando el balón circula y llega a donde debe, la calidad se encarga del resto. Garbajosa lo testó. Sin fallo desde la línea de tres (aún la antigua de 6'25), como Rudy. El balear, además, aportó una hiperactividad bajo los aros con la que se redimió de su pecado venial frente a Francia en forma de técnica prescindible. Doce rebotes que brillaron junto a las 11 asistencias de Ricky Rubio. Y claro, cuando la nave va, el capitán Juan Carlos Navarro siempre aparece en el puente de mando. Ocho puntos (dos triples más una bomba volvían a hacer ver que el jugador del Barcelona siempre está presente en los instantes adecuados. Sin lugar a dudas, él es un grande en el mundo del baloncesto). Así, hay procesos que se llevan mejor. Como el debut mundialista de Fernando San Emeterio, que se produjo en el albor del segundo cuarto y que contó con un recorrido total de más de trece minutos. Un parcial en 180 segundos de 13-2 enfiló a Nueva Zelanda al precipicio. Era el fin de los 'kiwis', que dejaron una buena sensación hasta ese mismo momento. Sin embargo, poco más pudieron hacer, pues ya estaba todo el pescado vendido.

El resto fue un bonito fin de fiesta, un ejercicio de intenciones. España volvió a mostrar su mejor versión frente a un adversario que ya había arrojado la toalla. Y es que, no podía ser de otra manera. El día que Michael Jackson hubiera cumplido 52 años, su ritmo, su famoso paso lunar de baile, fue emulado en la pista por España, una selección que ha vuelto. ¿Que dónde estaba? Despistada. Sin más.