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terrorismo internacional

España y el avispero afgano

La misión militar se enfrenta a un momento decisivo tras ocho años de fallida pacificación mientras crece el rechazo social al despliegue

MATEO BALÍN
MADRID Actualizado:

En tres días, del domingo al miércoles pasado, España comprobó que el día a día en Afganistán está lejos de las beatíficas imágenes del soldado con niño o el médico con traje de camuflaje que atiende a unos pacientes. No. Los afganos, talibanes o no, también odian a esos occidentales uniformados con una bandera rojigualda en el brazo igual que a los que portan la enseña de las barras y estrellas. Unos y otros son ocupantes. La misión de paz es un avispero a 6.000 kilómetros de distancia para los 1.500 hombres y mujeres que la componen.

Hay días de miel, pero también de hiel para unos soldados que alternan labores de pacificación y reconstrucción con las operaciones de una guerra cada vez menos encubierta. Hace una semana, se vivió uno de los momentos dulces con la visita a la base de Qala-i-Naw, el centro de operaciones español en el oeste de Afganistán, de una veintena de insurgentes que se acogieron al 'programa paz y reintegración', un proyecto que pretende sacar a los talibanes de la violencia con el cambio de sus armas por dinero. Pero 72 horas después, en ese mismo lugar, un terrorista infiltrado asesinó a sangre fría a dos oficiales de la Guardia Civil y a un intérprete durante uno de los cursos a la Policía afgana.

Estos dos sucesos en ese breve lapso son las dos caras de la moneda que simboliza el frágil equilibrio de la misión. La operación más "dura, compleja y arriesgada" de todas a cuantas se ha enfrentado las Fuerzas Armadas en el exterior, repite una y otra vez la ministra de Defensa, Carme Chacón, y que va camino de cumplir nueve años entre crecientes interrogantes sobre su futuro. La insurgencia crece en el sur y en la frontera con Pakistán, la estrategia militar es "arriesgada y compleja", admiten los mandos militares, y la opinión pública española es cada vez más escéptica por la falta de resultados.

La misión arrancó en noviembre de 2001 con la intención de estabilizar y reconstruir un país pobre hasta decir basta, atomizado por los señores de la guerra y el régimen talibán. Casi nueve años después, con la pacificación a medio hacer y con fallos reconocidos en la estrategia militar, los 43 países que forman parte de la ISAF -la operación liderada por la OTAN- han hecho borrón y cuenta nueva para reconducir la situación.

Los altibajos en la reconstrucción, la lentitud en la entrega de ayudas, las bajas, los ingentes recursos gastados o la corrupción local han pasado factura. De ahí que en la Conferencia de Londres, en enero, se acordase un nuevo enfoque que combinase más efectivos militares y un paquete de medidas civiles. Se entraba en una nueva fase operativa, la 'afganización'. Una estrategia que marcará el éxito de la misión o su fracaso total.

Calendario de salida

La 'afganización' consiste en formar a las fuerzas de seguridad locales para transferir lo antes posible el poder a las autoridades afganas. Supone un incremento de soldados, recursos económicos y más material de defensa para hacer frente a la renovada actividad insurgente. "Vamos más para culminar antes", justificó Chacón en febrero pasado cuando pidió autorización al Congreso para el envío de más militares.

España cuenta con 1.500 soldados, un contingente superior al que se envió a Irak. Incluso estaba previsto que fueran más con el envío de un batallón para supervisar las elecciones legislativas y locales que se celebrarán en septiembre, pero esta labor la hará el contingente de Qala-i-Naw, donde se encuentra el grueso de las tropas: 875 efectivos.

Los aliados pretenden que las autoridades afganas controlen de forma paulatina los territorios seguros o "libres de talibanes", en palabras de los mandos de la zona. La tarea conlleva, antes que nada, recuperar la seguridad en puntos clave de comunicación. En el caso de las tropas españolas, el objetivo es el control de la ruta que enlaza Badghis, provincia bajo responsabilidad española, y Herat. Una misión con "importantes" riesgos por la fuerte presencia de rebeldes y que ha registrado incidentes mortales, como el atentado que costó la vida en febrero al soldado John Felipe Romero.

El Centro Nacional de Inteligencia estima que en Badghis, una provincia tan grande como Cáceres, pero con apenas unos 415.000 habitantes y cuya capital es Qala-i-Naw, se mueven unos 1.200 insurgentes. Una cifra que el gobernador provincial eleva a 1.500. Así las cosas, reducir la actividad de la insurgencia, controlar las vías de comunicación o atraer a los talibanes moderados son objetivos preferentes de la OTAN antes de ceder la seguridad a las autoridades afganas. Una meta que España enmarca en el horizonte de 2013 a 2015.

De forma paralela, los aliados tienen previsto duplicar la formación de militares y policías afganos de aquí a finales de 2014. Lo más urgente es adiestrar el próximo año a 171.000 soldados y 134.000 policías. "La tarea es ingente y en ella está puesta toda la dedicación de los aliados porque a partir de ahí se hablaría del calendario de salida", reconocen fuentes militares.

La adormidera

España contribuye a la tarea con la formación de 2.000 policiales y soldados antes de diciembre. Una tarea a la que se dedican los 40 guardias civiles que llegaron en abril, entre ellos el capitán José María Galera y el alférez Abraham Leoncio Bravo, fallecidos en el atentado del miércoles junto al intérprete Ataolá Taefik, un español de origen iraní.

Los aliados son conscientes, no obstante, de que un esfuerzo adicional con los efectivos no garantiza la solución a los problemas "no militares". De ahí que la nueva estrategia de la OTAN haya puesto sobre la mesa un paquete de medidas civiles para acelerar la reconstrucción, hacer visibles las tareas de cooperación, acercarse a las autoridades locales, luchar contra la corrupción o potenciar otros cultivos diferentes a la adormidera, la planta de la que se obtiene la heroína. Afganistán produce el 93% de este arbusto, un negocio que financia la actividad bélica y supone un importante porcentaje de la riqueza nacional, según la ONU. Desde que comenzó la misión, el cultivo ha crecido de forma exponencial y ya llega a provincias que antes no la producían, como Badghis.

Para la misión española, acercarse a la población local siempre ha sido una prioridad. Mantener la comunicación con sus líderes y conocer sus necesidades se considera primordial para prevenir conflictos. Se pensaba que esta labor había cuajado en Qala-i-Naw, pero el ataque del miércoles y el asedio posterior al centro de entrenamiento de centenares de afganos causó «sorpresa y preocupación», según reconocen fuentes militares. "Ahora sólo queda reforzar la seguridad y potenciar el papel de la inteligencia para prevenir futuras tensiones", admiten.

La delicada realidad con la que tienen que bregar cada día los soldados españoles se resume en la anécdota que cuenta un oficial veterano en Afganistán: "Hace unos meses se extendió entre la población el bulo de que las mujeres afganas que trabajan en la base española se prostituían y que los hombres eran chivatos del enemigo. El trasfondo era la envidia por los sueldos que cobran, muy superiores al de un policía, un médico o un educador. Pero la cosa no quedó ahí y el malestar civil contra nuestras tropas aumentó".

Mientras los militares de los 43 países de la ISAF batallan en este confuso escenario de pacificación, reconstrucción y guerra; en casa, los gobiernos buscan cumplir cuanto antes los objetivos para salir de allí.