El último sin nombre
Es un joven marroquí que pereció en el naufragio de una patera que pudo hundirse el 31 de diciembre de 2007 en mitad del Estrecho La Guardia Civil, a punto de identificar al único inmigrante que queda en los tanatorios de Cádiz
CÁDIZ.Actualizado:Marisucia se llama la playa donde el mar le arrastró en su último viaje. Se cree que saltó al Estrecho en la Nochevieja de 2007, pero no hay una certeza absoluta sobre esa travesía, como tampoco la hay sobre su identidad. Del naufragio de la patera en la que subió quedaron 12 cadáveres que fueron apareciendo en distintos puntos de la costa, desde Chiclana a Barbate. Pero ni rastro de la embarcación que debía llevarles al sueño europeo. Las cámaras del Sive no la detectó y el mar se la tragó para siempre en mitad de la nada. La tragedia se descubrió cuando el 2 de enero de 2008 la marea escupió el primer cuerpo. El estado de conservación y el lugar del hallazgo hizo sospechar a la Guardia Civil que el accidente se debió haber producido en la última noche del año y a demasiadas millas de la costa.
Dos años y medio después, los agentes del equipo del laboratorio criminalístico de la Comandancia de Cádiz están muy cerca de devolver la identidad a uno de esos inmigrantes fallecidos. Se trata del último sin nombre, muerto en el naufragio de una patera, cuyos restos aguardan en uno de los tanatorios de Cádiz. Los suyos se conservan en una cámara frigorífica del Instituto de Medicina Legal de la capital.
«Es el caso más peculiar que hemos tenido hasta la fecha porque da positivo en ADN en el cotejo con dos mujeres». No se trata de ninguna rareza genética. Como explica el responsable del laboratorio criminalístico, detrás hay una tragedia por partida doble. Cuando acudieron a Marruecos para recoger muestras de saliva de posibles familiares, se presentaron dos hermanas que no sabían nada de sus hijos. Cada una había visto marchar a un varón, dos primos hermanos que habrían viajado en la misma patera del 31 de diciembre. Sus perfiles genéticos coinciden con el del inmigrante que aún sigue en el tanatorio de Cádiz. Pero, ¿quién es la madre y quién es la tía? Sea cual sea la solución, estas madres seguirán instaladas en el dolor. Una habrá confirmado que su hijo ha muerto y la otra seguirá sumida en una espera interminable.
Este agente del Instituto Armado revisa sus carpetas donde guarda meticulosamente las fichas de cada inmigrante fallecido. «¿Cuántos habremos identificado? -se encoge de hombros mientras verbaliza un recuento rápido- Alrededor de un centenar». Después de este primer dato, busca el expediente del chico sin nombre. Abre con cuidado las hojas, aunque no puede evitar que de pasada esta redactora vea la fotografía del rostro del inmigrante.
No es mi hijo
Su cuerpo apareció el 6 de enero en la playa de Marisucia (Los Caños) y pese a que llevaba varios días en el agua, su rostro no se había desfigurado. «La identificación por fotografías no es definitiva. Lo único que es cien por cien seguro es el ADN o el cotejo de huellas». Este guardia civil recuerda un caso que le dio la razón a los jueces, remisos a autorizar la repatriación de cuerpos con un simple reconocimiento fotográfico. «Hace unos años, un padre identificó a su hijo y cuando llevaron los restos a Marruecos y los vio la madre, ésta dijo que no lo conocía. Al final, el ADN lo confirmó pero se generó una gran incertidumbre».
En el caso del varón que está pendiente de nombre y del que tampoco se sabe qué edad exacta tenía (está entre los 18 y los 20 años), la Guardia Civil remitió a Marruecos las huellas del indocumentado. De eso hace ya más de dos años, pero el ahínco que le ponen estos investigadores se topa con la burocracia y las limitaciones de un país que hasta hace muy poco no utilizaba las técnicas de identificación por ADN.
No son las únicas dificultades en este trabajo de rastreo por ambas orillas del Estrecho. La mayoría de los inmigrantes marroquíes que han perecido en los últimos años proceden de localidades del interior del reino alauíta, donde la pobreza, el analfabetismo y el miedo a la Gendarmería complica poder llegar a ellos. «La falta de donantes es lo que impide que podamos identificar a todos los inmigrantes que nos llegan».
Esa tarea de localizar a los familiares en su país de origen para que cedan muestras de ADN se vuelve imposible cuando se trata de subsaharianos. Una definición genérica que a fuerza de los años se emplea para nombrar a los sin papeles que llegan de países como Mali, Mauritania o Ghana. De raza negra, sólo se intuye que no son nativos del Magreb. «Para empezar, no sabemos de qué país proceden, por tanto no sabemos a dónde recurrir». En esos casos, las labores de identificación son casi estériles; si bien, la mayoría de los cuerpos que han sido investigados en la Comandancia de Cádiz eran del país vecino.
Atento a cualquier detalle
El protocolo que aplica el equipo de la Guardia Civil en cada enigma en forma de cadáver que se les presenta se basa en no menospreciar ningún indicio porque, por insignificante que parezca, puede llevarles a la identificación. Además de las huellas o la regeneración de éstas cuando están muy deterioradas, el ADN -aquí hace un inciso el guardia civil para agradecer la ayuda que tienen de los forenses del Instituto de Medicina Legal que practican las autopsias- y las fotografías (en aquellos restos que están bien conservados), cualquier vestigio del naufragio puede ser clave. Es habitual, relata el responsable del laboratorio criminalístico, que los fallecidos lleven consigo, «cosidos en bolsillos o costuras de las prendas», número de teléfonos, fotocopias de sus documentos personales... Así ocurrió con el grupo que pudo morir el 31 de diciembre.
La pista más importante la dio una de las mujeres que viajaba en la patera, su cuerpo apareció el 4 de enero y entre sus ropas hallaron un listado de números de teléfonos que las autoridades marroquíes confirmaron que eran de usuarios de Salé, una pequeña localidad próxima a Rabat. Lo habitual es que se embarquen en una misma patera vecinos, amigos y familiares que proceden todos del mismo punto. Es el hilo del que empezar a tirar.
En las últimas semanas, colectivos marroquíes han criticado la actuación de los Cuerpos de Seguridad del Estado por falta de humanidad y comportamientos racistas en la frontera con Melilla. Sin embargo, son funcionarios de un cuerpo policial español como el Instituto Armado los que trabajan para que aquellos inmigrantes que perecen en intentos desesperados por entrar en España puedan ser devueltos a sus familiares. Una labor exclusivamente humanitaria de la que los investigadores de Cádiz son pioneros. Fueron ellos los que recibieron las primeras pateras y ahora aconsejan a otras comandancias del país que sufren las oleadas de la inmigración irregular por mar. Unas rutas cambiantes, cuyo trazado es responsabilidad de las mafias que se lucran con este drama y que dirigen actualmente sus naves maltrechas a la zona más oriental de Andalucía y al levante español.