Luis Guarino, cien años
Actualizado:Hace un siglo, nacía Luis Rodríguez Zaldívar, 'Guarino de Puerto Real'. Durante su vida, fue un auténtico embajador de su Villa natal, de la alegría, no sólo en este rincón que tanto sabe del consustancial salero desde siempre, sino en otros ámbitos geográficos. Dejó indeleble huella de ángel y de gracia este ser humano de excepción con esa chispa especial, esas ocurrencias que hicieron y siguen haciendo las delicias de quienes tuvimos la dicha de conocerle como la de aquellos a los que divulgamos porque no le conocieron. En definitiva, de todos los que apreciamos su arte innato y sutil, ajeno siempre al mal gusto.
España toda, Francia -estuvo en el Mouling Rouge-, Túnez, Marruecos, África del Norte... fueron escenarios de su genuina gracia. Tenía el don de meterse el público en el bolsillo.
Guarino de Puerto Real colaboró desinteresadamente siempre que le necesitaban en beneficios y homenajes a compañeros suyos. Fue profeta en su tierra. Es 'vox populi como en años precarios sus admiradores vendían el octavito de aceite y de azúcar que daba el Ayuntamiento para ir a verle al teatro. Algunos vendían hasta la lana de los colchones para poder presenciar sus actuaciones cuando valía la butaca un duro de los de entonces. Qué decir de sus desaparecidas Galerías de Guarino.
Comenzó haciendo flamenco cómico en una taberna de la feria de Conil, circo, humorista de ilimitado repertorio. Los más diversos géneros carecían de secretos para él en las variedades, estando a punto de trabajar en el cine. Luis Guarino se codeó y gozó de la acogida de su pueblo, comprobando el especial cariño que le brindaba su villa, como el de los afamados artistas, donde fue siempre centro de atención.
Compartió cartel con las grandes figuras: Raquel Meller, Pastora Imperio, Amalia de Isaura, Concha Piquer... La artista más culta que conoció fue La Argentinita, hermana de Pilar López, la primera compañera de Sánchez Mejías y comadre de Federico García Lorca. Y no menos El Beni de Cádiz, Lola Flores o Rocío Jurado gozaban de su más auténtica amistad, entre otros muchos. Poco espacio para una vida tan plena.