Del interior de la mina al altar
Un trabajador atrapado en el yacimiento chileno promete a su esposa que se volverán a casar cuando les rescaten
BUENOS AIRES.Actualizado:Se tomó tiempo para pensarlo y bajo las condiciones más dramáticas de su vida lo decidió. Cuando vuelva a ver la luz, Esteban Rojas, de 43 años, uno de los 33 mineros atrapados desde el 5 de agosto en el yacimiento San José al norte de Chile, llevará a su mujer hasta el altar. Casados por lo civil desde hace 25 años, Esteban y Yésica Yañez, su mujer, tienen hijos, nietos y yernos, pero por falta de medios económicos nunca habían tenido una boda «como dios manda». Se la deben.
«Esteban siempre decía que nos íbamos a casar por la iglesia para que dios bendiga nuestro hogar, pero no teníamos los medios suficientes», rememora una Yésica exultante en el campamento Esperanza, junto a la mina. Ella ya le había dado alguna pista en su carta -de momento no les permiten hablar por teléfono para evitar crisis de ansiedad- al recordarle su sueño de toda la vida. En su respuesta, su marido no le defraudó y le dio por fin el 'sí quiero'. «En cuando salga compramos el vestido de novia y nos casamos», prometió.
«Ya saben, necesito una cocina, un refrigerador.», bromeaba Yésica con otros familiares mientras redactaba una imaginaria lista de boda. Por un momento al menos quedaban atrás los 17 días de angustia desde que se produjo el derrumbe y lograron localizar a los mineros. Ella, además, no sólo tiene a su esposo atrapado a 700 metros de profundidad. Bajo tierra se encuentran también dos de sus primos y un sobrino.
Tras la euforia inicial por el hallazgo de los trabajadores e historias conmovedoras como la de Esteban y Yésica, llega el momento de preparar la larga espera hasta que se produzca el rescate. La previsión es que los mineros vuelvan a la superficie en unos tres meses. Para Navidad, según indicó el presidente Sebastián Piñera. Hasta entonces deberán resistir con los alimentos, agua, oxígeno y ropa que les van enviando.
Cepillos de dientes
Mediante sondas, los mineros no solo reciben y envían cartas. Ayer, después de tres días de dieta líquida para su rehidratación, comieron el primer bocado sólido: una barra de cereal. Recibieron medicamentos, los cepillos de dientes que pidieron y otros elementos de higiene. También parches para los ojos, afectados por el polvo y la humedad, e instrucciones para resistir ordenadamente.
Las mudas de ropa, en cambio, se demorarán algún día más. Víctor Zamora, otro minero atrapado, le escribió a su madre que estaba «muy contento porque en el hoyo no hay nadie que lo obligue a bañarse». Con esos mensajes vitales y esperanzadores en su corazón, muchos familiares están abandonando el campamento para volver a sus rutinas. Sólo se establecerán guardias rotatorias para que siempre haya alguien junto a la mina hasta que salgan.
Las autoridades sanitarias prevén que la euforia de los mineros podría devenir ahora en depresión y crisis debido a la ansiedad que genera el encierro. El accidente fue dramático, pero poco a poco van entendiendo que el desafío de rescatarlos es complejo y llevará tiempo. En ese intervalo pueden ocurrir nuevos derrumbes por la inestabilidad de la mina y por los movimientos telúricos de la región.
Chile fue escenario de un terremoto y maremoto de enorme magnitud en febrero. Desde entonces las réplicas siguen. Esta semana hubo temblores superiores a cinco grados en la escala de Richter cerca del yacimiento. Una inmensa roca de 700.000 toneladas que se desmoronó tras el accidente se afianzó afortunadamente con el seísmo del miércoles, según explicó uno de los ingenieros que trabaja en el rescate.
La perforación principal para subir a los mineros comenzará a realizarse mañana en una zona ya delimitada. Los técnicos confían plenamente en la efectividad de la máquina que opera con un brazo robótico y taladra unos 15 metros por día.