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El Papa y varios prelados rechazan la política migratoria de Sarkozy

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Al Gobierno francés se le multiplican los frentes que bloquean el avance de las medidas en contra de la inmigración ilegal. La Iglesia católica ha sido la última incorporación en el conflicto, al mostrar su malestar por la postura asumida por Sarkozy desde el pasado 28 de julio. Las autoridades galas no permanecieron impasibles ante las críticas procedentes de los representantes religiosos entre los que figura el propio Papa Benedicto XVI. El ministro del Interior, Brice Hortefeux, salió ayer al paso de los comentarios para intentar sofocar la polémica.

«Estoy dispuesto a recibir, si él lo desea, al presidente de la Conferencia Episcopal, acompañado de quien quiera». Con esas palabras invitaba Hortefeux al también cardenal y arzobispo de París, André Vingt-Trois, a entablar un encuentro destinado a analizar la situación. La respuesta del prelado no se hizo esperar. En un mensaje enviado ayer a medios locales transalpinos, Vingt-Trois tomaba la palabra de Hortefeux al aceptar su oferta de diálogo.

La propuesta del ministro del Interior tiene lugar después de haber escuchado «con atención» las alusiones del sumo Pontífice respecto a las medidas que afectan al colectivo romaní. El Papa instaba a acoger las «legítimas» diferencias humanas. A ello se suman las condenas realizadas por dos miembros de la Iglesia católica contra el Ejecutivo galo. Arthur Hervet, sacerdote de la localidad de Lille, al noroeste del país, aseguró incluso que reza para que Sarkozy tenga una crisis cardiaca que le impida continuar su «guerra» contra los gitanos.

El ministro de Inmigración, Eric Besson, mostró su desconcierto por las reacciones que ha desatado la decisión de deportar a 700 gitanos y desmantelar 300 campamentos ilegales en un plazo máximo de tres meses. «Se habla de nazi, fascismo, deportación. Da la impresión de que estamos en la Segunda Guerra Mundial», afirmó.