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Editorial

El tsunami paquistaní

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La penosa situación que varios cientos de miles de personas siguen viviendo en Pakistán y la previsión de que las riadas seguirán extendiéndose hacia el Este configuran una catástrofe seguida con una cierta indiferencia internacional si se la compara, por ejemplo, con el terremoto de Haití. La razón está en dos hechos: en que en la isla caribeña todo sucedió en unos minutos, fue un sismo brutal y sorprendente y, sobre todo, en que en Pakistán solo han muerto algo menos de dos mil personas. Una gran inundación es percibida aquí como a fin de cuentas pasajera. Incluso en Europa ha habido este año fuertes daños y algunos cientos de muertos, repartidos en todo el continente, a causa de lluvias inusualmente intensas. Pero no es así. Como dijo el secretario general de la ONU cuando visitó la región, no había visto jamás tantos daños en tantos kilómetros cuadrados. Ha sido un nuevo tsunami tierra adentro. Llega, con alguna tardanza, dinero, incluso mucho dinero, pero faltan sobre todo medios de transporte y alojamientos temporales para un par de millones de desplazados. El diagnóstico está hecho, incluido el factor político que supone la guerra en el vecino Afganistán y la utilización militar de la desgracia. Un doble desafío al que la comunidad internacional está dando una respuesta lenta y por completo insuficiente.