La sombra de Oriana
El dilema podría acabar sepultando en una mezquita el halo místico de Obama
Actualizado:A tiro de piedra del noveno aniversario del 11 de septiembre y de aquella aterradora puñalada en el corazón de América, la 'zona cero' de Nueva York todavía humea como una hoguera mal apagada. Las obras del museo y del monumento en homenaje a las víctimas no han pasado de proyecto. Tampoco hay cola para comprar una parcela en el territorio sagrado del centro de Manhattan. Perezosamente se levanta la Torre 1 pero no hay rastro del Centro de Transportes ideado por Calatrava. Aún no ha pasado el tiempo suficiente para que cicatrice la herida absorbiendo el enorme vacío que el desplome de las Torres Gemelas dejó en el aliento de Nueva York. Entretanto, el desasosiego está conmoviendo el espíritu de la nación obligada a pronunciarse sobre un dilema insoportable que contrapone sus convicciones constitucionales sobre la libertad de culto y la construcción de una mezquita a unas manzanas del boquete que engulló a 3.000 de sus conciudadanos.
La sombra de Oriana Fallaci, implacable crítica con la debilidad de occidente ante el desafío islamista, planea desde su tumba de Florencia sobre una opinión pública ahora dividida entre el orgullo y la fuerza de la razón. La potencia centrífuga de la contradicción podría acabar sepultando en una mezquita el halo místico que ha acompañado a Barack Obama desde su mesiánica aparición en la vida estadounidense. Porque se ha producido con la disyuntiva del centro de culto islámico una quiebra inesperada en la conexión espiritual que el presidente mantenía con la gran mayoría de la nación. Su popularidad está en mínimos históricos y el líder demócrata en el Senado Harry Reid se apunta a la corriente: mezquita si, pero no en el perímetro de las Torres abatidas. A muchos estadounidenses les resulta insoportable despertar con la llamada del muecín cruzando en el amanecer del espacio neoyorquino por donde llegaron los aviones de la muerte.
Pero la reciente historia de occidente está plagada de ejemplos de tolerancia religiosa. La gran mezquita de Roma se erigió después de la masacre del aeropuerto de Fiumiccino y por toda Europa los minaretes se cruzan con los campanarios. En Estados Unidos viven veinticuatro millones de musulmanes y disfrutan como otras religiones del ideal de las libertades. Aunque ahora el 70% de estadounidenses se declaran contrarios a la construcción de la House Cordoba, como se llamaría el centro religioso islámico, y dudan si el última instancia la mezquita ubicada en la zona cero representará el símbolo de la libertad, como dice el alcalde de Nueva York o el de la humillación como afirman los seguidores de Oriana Fallaci. A veces la fuerza de los símbolos es superior a la de la política. Alguien ha rememorado que los musulmanes solían erigir mezquitas allá donde había logrado una gran victoria.