Elogio de la diferencia
Actualizado: GuardarAún antes de escuchar tanto acerca del triunfo generalizado de la globalización y del llamado Pensamiento Único, el escritor y filósofo de origen ruso Vladimir Wolkoff (Paris 1932) advertía contra tan perniciosa tendencia en un opúsculo cuyo título tomo prestado y que en España se tradujo en los Cuadernos Ínfimos de la Editorial Tusquets en el año 1984. En él se habla del «Complejo de Procusto» a modo de metonimia acerca de la espesa uniformidad política y cultural que preludian la difusión de la ideología neo liberal y de los modelos culturales made in USA. La fascinante mitología griega relata la historia de Procusto, un bandido del Ática que colocaba a sus víctimas sobre una mesa de hierro, cortando las piernas a quienes la misma resultaba pequeña y estirando mediante cuerdas las de aquéllos que no alcanzaban su tamaño, de manera que todos sus pobres cautivos quedaban igualitariamente instalados sobre la misma.
La homogeneidad política y cultural resulta nociva por el simple hecho de la imposibilidad de un modelo tan perfecto y universalmente válido que funcione adecuadamente en todas las comunidades que habitan el planeta, cualquiera que sea su historia cultural y su habitat. Pensemos en los esquimales que utilizan cien palabras diferentes para aquello que nosotros reconocemos mediante una sola voz: «blanco»; o en las comunidades Amigs de los Estados Unidos de América que viven al margen del desarrollo tecnológico, o en la presencia en España de una cultura preindoeuropea como la vasca. La variedad no sólo es riqueza cultural sino sobre todo garantía de nuestra propia supervivencia. Si el modelo para organizar todas las sociedades fuera único y éste quebrara, toda la humanidad se sumiría en el caos, sin embargo si contamos con un amplio repertorio de modos de organización diferenciados y adaptados a las distintas formas de convivencia, a la crisis de cualquier fórmula política y social, sobrevivirían los restantes como alternativas válidas. La biología nos demuestra que la variedad genética garantiza la supervivencia de toda especie, pues ante cualquier agente patógeno siempre hay grupos inmuno resistentes. A pesar de esto Procusto se va haciendo cada vez más amo del mundo y ya ni siquiera necesita obligarnos a subir a su mesa pues el mal de la globalización nos arroja inocentemente sobre ella. Pero como sostuvo Ciro Alegría el mundo es ancho y ajeno, siempre quedarán lugares inaccesibles al bandido montaraz y a su siniestra mesa: los grupos anti globalización, así como los círculos que reivindican modelos culturales y sociales auténticos.