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Los marinos se alzan con la victoria
ROTA. Actualizado: GuardarEl calor abrasa y Yandry es literalmente pulverizado por su madre. Una liviana lluvia de gotitas de agua refresca la cabecita del bebé, pero no le distrae de sus intenciones por tapar la libreta con la gorra de la Armada. Ella vuelve a apretar la manija del rociador, como en la peluquería, y le peina el oscuro flequillo con un movimiento enérgico, pero suave, de sus dedos. Su padre, que lo vuelve a tener en brazos después de cinco meses, no se ha sorprendido por el cambio propio que los niños pequeños experimentan casi por días. «Le hemos enviado fotos de todo: cuando comenzó a gatear, cuando se puso de pie, del primer diente...».
El marino Marco Antonio Jara, de 24 años, tendrá el recuerdo de los primeros pasos de su hijo a través del monitor de un ordenador en algún puerto del Índico. «Hemos tenido mucho contacto gracias a internet y eso ayuda a hacer la travesía más llevadera». Al igual que este ecuatoriano, los 222 marinos que se embarcaron el pasado marzo en la fragata 'Victoria' para luchar contra la piratería en aguas somalíes dentro de la operación 'Atalanta', se reencontraron ayer con sus seres queridos. Centenares de personas se apostaron en el muelle de la Base Naval de Rota armados con paraguas y sombrillas. Algunos tuvieron que esperar más que otros. «Miguel es guardia de honor y hasta que no se marche la ministra tiene que permanecer a bordo».
Aplausos y nervios
Vicenta, Ana y Noelia -abuela, madre y novia- se retuercen las manos. La fragata 'Victoria' anuncia su llegada con largos pitidos que provocan aplausos nerviosos y ese júbilo solidario que hace una auténtica piña de un grupo de desconocidos. «Nos ha enviado muchas fotos y también hemos seguido el diario de a bordo de la web de la Armada». Otra vez las nuevas tecnologías han actuado como el mejor bálsamo contra la añoranza. Arriba, en cubierta, los cuerpos resisten el calor bajo los uniformes. «Algunos compañeros han estado hasta a cincuenta grados y con los chalecos antibalas». Cristina Pedrosa, de 23 años, recuerda la estancia en el puerto de las Seychelles, pero ahora prefiere Rota.
La defectuosa megafonía apenas alcanza para escuchar las palabras de agradecimiento de la ministra de Defensa, Carme Chacón: tres bandas de piratas desarticuladas, dos rescates, la escolta a la ayuda humanitaria, el relevo del anfibio 'Galicia'... y los familiares aprovechan sus silencios para pedir el desembarco. La impaciencia es insoportable cuando cuatro zagales esperan en el muelle para colgarse al cuello del sargento primero Antonio Villar. «Ha sido la primera vez que me marchaba tanto tiempo, pero todos llegamos con la satisfacción del deber cumplido».