DOS GADITANOS EN EL EXPRESO DE MEDIANOCHE
Actualizado:En la reciente crisis vivida en torno a las fronteras de Ceuta y Melilla y que podría darse por zanjada definitivamente mañana lunes durante una reunión al más alto nivel, han salido a colación numerosos reproches mutuos entre dos países vecinos que a menudo discuten en el rellano de esa escalera común que son estas antiguas coordenadas comunes del Paralelo 36. Sin embargo, apenas ha trascendido el caso particularísimo de Jorge Cano Sánchez y Juan José Ramírez, vecinos de la localidad gaditana de Los Barrios, que llevan dos meses en Tánger aguardando que los tribunales marroquíes se pronuncien sobre un supuesto de narcotráfico que, a todas luces, no parece serlo. Condenados en principio a tres años de prisión, han apelado la sentencia basándose en que todas las pruebas en su contra eran circunstanciales y demostrando su versión de muy distinta forma. Diversos ministerios del Gobierno central, la presidencia de la Junta de Andalucía y el Defensor del Pueblo de Andalucía, tienen ya constancia de estos extraños hechos que se remontan al pasado 5 de junio, cuando ambos embarcaron fueron detenidos junto al islote de El Perejil, que nos costó una absurda pantomima militar entre ambos países en el verano de 2002.
Ambos españoles, acompañados por David Cano, el hijo menor de uno de ellos, decidieron estrenar una embarcación deportiva recién comprada de segunda mano, saliendo a pescar en aguas del Estrecho. La niebla y la falta reexperiencia les desorientó: sin GPS a bordo, quedaron a la deriva y prácticamente sin combustible a la altura de la costa marroquí que, en rigor, ellos pensaron que era la de Gibraltar. Desde allí, solicitaron sin éxito la ayuda del servicio español de Salvamento Marítimo, pero fue la Gendarmería marroquí quienes les localizó y detuvo, bajo un supuesto de entrada ilegal en el país, al que sumaron cargos de tráfico de droga ya que en las proximidades del lugar, también localizaron una moto acuática con ocho fardos de hachís y dos teléfonos móviles que en principio no guardan relación alguna con ellos, quienes carecen de antecedentes delictivos. El menor fue liberado pocos días más tarde, pero ellos no pueden salir de Marruecos. Alojados en un hotel de Tánger, cuentan con apoyo del consulado general de España en dicha ciudad y su paisano, José Chamizo, a la sazón Defensor del Pueblo de Andalucía, les ha facilitado diversos documentos meteorológicos que le ayuden a demostrar su versión de los hechos.
De no ser así, terminarán viajando en el Expreso de Medianoche, tal y como se tituló una vieja película de los años 70 que denunciaba la penosa situación de las prisiones turcas. Para evitarlo, numerosos amigos, vecinos e incluso ONGs se han movilizado para intentar demostrar la inocencia de ambos acusados. La realidad de las cárceles marroquíes, en cualquier caso, parece superar a dicha ficción, tal y como el pasado año denunciaron reclusos españoles que vivían a diario dicha experiencia. 178 de los cuales se beneficiaron entonces de la amplia amnistía otorgada por Mohamed VI con motivo del décimo aniversario de su subida al trono.
En los últimos años, diversos informes oficiales del Gobierno español hablan de que «los detenidos y presos españoles en Marruecos están viviendo en centros penitenciarios que se encuentran en una situación muy difícil, en condiciones de hacinamiento, ínfima calidad de la alimentación y falta de atención médica y de requisitos mínimos sanitarios, en los que se producen numerosos actos de violencia y es frecuente la corrupción y donde se violan los Derechos Humanos»; una situación apenas aliviada por «el pago de corruptelas para conseguir ciertas ventajas» y porque «en cierto número de cárceles los presos españoles, al igual que el resto de europeos, reciben un trato especial que evidentemente significa una mejora en relación con la que se otorga a los marroquíes. Las buenas relaciones de nuestros representantes consulares con los responsables de las prisiones contribuyen a veces también a que los internos españoles no estén en circunstancias tan penosas».
Mala alimentación, consumo de drogas en el interior de las prisiones, enfermedades contagiosas. Ese es el panorama que presenta el sistema penitenciario marroquí, confirmado por ONGs que también suelen denunciar el hacinamiento y la falta de garantías de las cárceles españolas, a años luz no obstante de la situación general de dichos recintos carcelarios. Y las muertes que se producen en unos y en otros. Si a esta orilla del Estrecho, todavía están por esclarecer varias muertes en lo que llevamos de año, a finales de 2009, Francisco Chaco Cabezón, de 47 años y natural de Pamplona, que cumplía condena por narcotráfico, murió por complicaciones de una infección de oído que se le detectó en la prisión de Tánger, que se le trató con antibióticos y que derivó en una meningitis bacteriana. En la cumbre de mañana, ¿acaso habrá tiempo de tratar el caso de esos dos marineros de agua dulce atrapados por la niebla? Su caso no ha merecido hasta ahora el mismo despliegue ni los titulares en primera página que los medios de un lado y otro del Estrecho han dedicado a la última serpiente diplomática del presente verano.