Los encuentros tienen lugar, a veces, a la vista de cualquiera entre los arbustos. :: ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Cruising: sexo anónimo en el Coto de la Isleta

La práctica de sexo en un parque público con actividades para jóvenes ha llevado a que los vecinos pidan medidas para erradicarlo El pinar de El Puerto se ha convertido en un concurrido punto de encuentro sexual entre gays

| CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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De noche y entre los pinos del Coto de la Isleta de El Puerto, todos los gatos son pardos. Los arbustos ocultan sombras y encuentros entre susurros. Al otro lado de la avenida de Valdelagrana, las prostitutas africanas del campo de fútbol del Cuvillo pasean sus curvas y alquilan su cuerpo por servicios. A este lado, tras las vías del tren, el sexo es gratis, anónimo pero en absoluto, discreto.

El parque portuense es uno de los lugares más populares de la provincia -no el único- entre los hombres que practican el 'cruising': una modalidad de sexo esporádico en lugares públicos entre desconocidos (en este caso, entre homosexuales), que en la espesura de los pinares buscan sus particulares amantes sin nombre y sin ataduras. Aves de paso. No se trata de un espacio para ligar. Sólo es sexo, anónimo y consentido.

Este tipo de quedadas libertinas se estrellan, no obstante, con un problema fundamental de convivencia pública, ya que los encuentros no sólo tienen lugar de noche, ocultos de las miradas, sino también a plena luz del día en un espacio público que muchos vecinos de El Puerto utilizan para pasear, para practicar deporte y, a partir de otoño, para el disfrute del circuito 'multiaventura': un parque de ocio que desde hace un año espera ser inaugurado.

Las torretas, los puentes colgantes y tirolinas -propias de un campo de entrenamiento-, se ha convertido en el testigo mudo de los 'cruisers' (aquellos que practican el 'cruising'), que han demostrado no verse disuadidos por la presencia de mirones involuntarios.

Es más, el 'cruising', al igual que su versión heterosexual (el 'dog-ging'), tiene también mucho que ver con el 'voyeurismo' y el exhibicionismo, y saberse observados llega a aportar para algunos un toque aún más 'aventurero' a un tipo de práctica sexual ya de por sí arriesgado, por las altas probabilidades de contraer enfermedades de transmisión sexual.

La presencia de sexo explícito en un parque pensado para niños ha llevado ya a algunos vecinos de la ciudad a solicitar al Ayuntamiento que se adopten las medidas oportunas, como se tomaron contra la prostitución en el entorno del Cuvillo. Sin embargo, la vigilancia de la zona y de los juegos han tenido, hasta ahora, poco efecto disuasorio.

A plena luz del día

Una tarde cualquiera, casi una decena de coches aparcados en la explanada de pinares del parque da una idea de la cantidad de seguidores de este tipo de encuentros. El ir y venir de vehículos es continuo, al igual que el trasiego de hombres que entran solos o por parejas entre los arbustos. De noche, en cambio, la oscuridad lo cubre todo con un velo de mayor discreción. Dicen las leyendas urbanas que existe toda una serie de códigos de luces con los faros de los coches, para indicar la disponibilidad de sus ocupantes. Pero los códigos en el Coto de la Isleta parecen superfluos.

Incluso las palabras sobran. Un simple paseo entre los pinos hace que, tras los arbustos, aparezcan sombras silenciosas, que se acercan con miradas desconfiadas buscando otras más cómplices. Algunos, los más lanzados, abordan a los hombres que andan solos con insinuaciones. En general, los 'cruisers' no tienen una pinta definida, ni un perfil, ni una indumentaria única. Hay de todo: desde jóvenes, hasta hombres de mediana edad, y los que peinan canas. Pero todos coinciden en una cosa: cuando se les pregunta por el 'cruising', huyen. Mejor no hablar. El sexo es aquí anónimo.