Cameron cumple 100 días de recortes
Conservadores y liberal-demócratas han dado al traste con las voces que daban a su alianza nulas posibilidades de supervivencia La alta satisfacción de los británicos secunda la política reformista del Gobierno de coalición
LONDRES.Actualizado:La presentación en público del bicéfalo Ejecutivo británico, con el conservador David Cameron como primer ministro y el liberal demócrata Nick Clegg de viceprimer ministro, el 11 de mayo, desató un torrente de metáforas conyugales. Un matrimonio de conveniencia o una relación cuasi homosexual se había sellado esa soleada mañana en el jardín de Downing Street a juzgar por los comentarios en prensa de los observadores de la política británica. Incluso protagonistas del enredo postelectoral, como Lord Ashcroft, el más importante donante del Partido Conservador, hablaron de la «coalición brokeback», en referencia a la película de Ang Lee 'Brokeback Mountain' (En Terreno vedado), protagonizada por dos vaqueros gays.
El resultado inconcluso de los comicios generales, sin ningún partido con la mayoría parlamentaria, forzó la creación del primer Gobierno de coalición en 65 años. Nació la alianza menos prevista, de centro derecha, y pocos le daban mucha esperanza de vida. Cien días después, Cameron y Clegg siguen de luna de miel, disfrutando de un elevado índice de satisfacción entre los británicos, únicamente superado por Tony Blair a su llegada a Downing Street en 1997, según el instituto de sondeos Mori. Salvo desastres imprevistos, el nuevo Ejecutivo sobrevivirá los cinco años pactados y es posible que la experiencia se renueve si se adopta la propuesta del ex ministro tory Michael Portillo de mantener una posición común en las elecciones de 2015.
Clegg está al frente -aunque no al mando- del Gobierno estos días que el primer ministro descansa con su familia en Cornualles. El líder 'lib-dem' celebra su insólita posición en encuentros con el público, en los que ha entresacado la génesis de la coalición entre lo más destacado de los últimos tres meses. «Mucha gente creía que iba a ser un ente insípido, enfrascado en continuas peleas, y con iniciativas políticas mínimas. Ahora nos critican por avanzar a excesiva velocidad, por ser demasiado radicales, por ser demasiado reformistas. Es una señal de que este Gobierno tiene un sentido del propósito muy fuerte», dijo a principios de semana.
Jonathan Freedland, analista de 'The Guardian', coincide en que la «ambición del nuevo Gabinete ha sido una gran sorpresa». Desde mayo, se han fijado los pilares de una profunda transformación de la educación, la sanidad y el sistema electoral. También se pretende reformar la Seguridad Social, la administración de Justicia y la inmigración. A este múltiple plan de acción hay que añadir la prioridad máxima del equipo de coalición: la eliminación del déficit en cinco años con recortes en los servicios públicos de entre 25% y 40%. «Abarcar tanto de una vez es una señal de confianza sobrada o de imprudencia total», observa Freedland.
Sin rivales
El tiempo dará la respuesta. De momento, el Gobierno avanza sin el acoso constante de la oposición. Los laboristas están embarcados en un examen de conciencia, intentando descifrar la causa de la hecatombe electoral del 6 de mayo. Cinco candidatos compiten por la plaza vacante por el anterior primer ministro, Gordon Brown, y el nuevo líder se decidirá el próximo mes.
Las críticas al Ejecutivo bicolor se enfocan en el brutal recorte que se avecina en el gasto público, cuyos detalles se darán a conocer en octubre. Laboristas y economistas keynesianos temen que el acelerado ritmo y profundidad del tijeretazo frenará la recuperación económica y provocará una nueva fase de recesión. El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, ya ha advertido de que el despegue económico «está picado» en una analogía con las aguas del mar. Los sindicatos preparan programas de huelga en anticipación a las oleadas de despidos en el sector público.
Recorte es la palabra más repetida por Cameron y su ministro del Tesoro, George Osborne, en los últimos meses. El estudio de Mori indica que una mayoría de los consultados -58% frente al 35%- están convencidos de la necesidad de reducir el gasto público para sanear las finanzas. Pero, al mismo tiempo, el 69% considera que convendría actuar con mayor moderación para reducir el impacto en los servicios públicos y la economía. El miedo a perder el empleo o a cobrar menos en subsidios es una constante que se escucha en muchos círculos. La derecha radical teme, por su parte, que los prometidos recortes se desinflen finalmente ante el malestar que causarán en la población.