SANGRE DE PLATA
Actualizado:Los romances que dicen que cantaban las niñas en el ruedo pequeño de las plazuelas, han deplorado la muerte de los matadores, pero no han solido lamentar el infortunio de los subalternos. El 'oro cano', que es como los clásicos solían llamar a la plata, no ha tenido elegías memorables. Ni siquiera el gran Manuel Montoliú tuvo ese cupo de suerte que consiste en perpetuar su memoria, más allá de los apéndices del Cossío. La tremenda cogida del subalterno Luis Mariscal ha sido definida por Ramón Vila, cirujano jefe de la plaza de Sevilla, como la más horrorosa que ha visto en su larga vida. Compartí con el doctor Vila algún pregón taurino, antes de que ir a los toros se considerara un signo de depravación. A Ramón no se le murieron más que los que llegaron muertos a la enfermería y ahora ruego a mis dioses que le ayuden a salvar la vida de Mariscal, con la femoral partida y cinco trayectorias distintas en el mismo muslo.
«¿Qué dinero ganan los banderilleros?», me pregunta alguien. Le respondo que lo único que sé con cierta precisión es que pueden perder la vida. Dijo Don Manuel Machado que él, más que un tal poeta, hubiera preferido ser un buen banderillero. No llegué a ver a Blanquet, del que se dice que identificaba el olor de los cirios con el perfume de las tres Parcas. Me dio tiempo a admirar a Magritas, que se retiró con sesenta años, lo que para entonces era mucha edad. Los peones no sueñan cortijos en sus pases naturales porque no torean con la muleta, que dicen que en tiempos fue blanca. Solo sueñan con quedar bien con el maestro y con desmonterarse de vez en cuando. Me gustaría hablar despacio con mi viejo amigo Javier Villán, que todavía es joven, aunque ya solo se le note si estamos juntos. Javier Villán es una porta cierto, siempre al lado de los más sufrientes: de los palestinos o de los peones. A ver si consigo traérmelo a Málaga. Y a ver si Vila consigue que Mariscal vuelva a hacer el paseíllo.