CALETA VICE
Actualizado:Luego, nos quejamos cuando sacan lo que sacan en la Cuatro. Luego, nos entra el sentimiento carpetovetónico y la nobleza baturra cuando nos sacan sonriendo por la tele. Y nos quejamos, porque las quejas, como la playa y el calor, son gratis. Dicen que en verano, con la canícula, se intensifican los instintos criminales y nos sale el jarrapellejos que tenemos dentro y somos capaces de cargarnos al primero que se nos ponga por delante. Debe ser efecto del sol, ya lo dijo Albert Camus, pero lo cierto es que las ganas de bronca nunca nos faltan. Si no, que se lo digan a los atónitos testigos presenciales de cómo un día después de las barbacoas, un socorrista -el mismo que anunciaba que era la hora del parchís el año pasado y todos le adorábamos- de La Caleta se enfadaba -es un decir- y lanzaba una botella de agua contra el muro de la playa y luego daba un puñetazo a la caseta de madera porque una usuaria -es un decir- de la zona de minusválidos le increpaba por sabe dios qué.
Hay gente pa tó, que decía el otro. Y había gente, mucha gente. Unos a favor, otros en contra, una señora que lanzó un zapato, el resto de los socorristas que intentaban poner orden en medio del caos, Paquito el del Mentidero que se sentía ofendido -te mato, te mato, gritaba- porque alguien le miraba más de la cuenta, familiares inquietos que quitaban a los niños de enmedio, y la policía local, como en Miami Vice, intentando sofocar los ánimos. No. No era un sketch de los Morancos, era Cádiz, la auténtica, la de Callejeros. La ciudad que sonríe, cada vez menos.