GURE FRANCESCO
SENADOR DE EAJ-PNVActualizado:Francesco Cossiga fue en su trayectoria política el típico representante de aquella democracia cristiana de postguerra que hizo posible aquel tinglado durante la guerra fría. Con todas sus virtudes y con todos sus defectos, que la historia juzgará, no en vano sus correligionarios le denominaban 'Il Picconatore'.
Le recuerdo en el Palacio del Quirinal siendo él presidente de Italia y nosotros una delegación del PNV que asistía a uno de los muchos congresos celebrados en Roma de esta internacional. Le recuerdo llegando al aeropuerto de Bilbao bajando de un avión de la Fuerza Aérea Italiana, con su sombrero negro de ala ancha y su largo abrigo, rodeado de un séquito propio de su cargo de ex presidente. Le recuerdo en un valiente discurso principista y de solidaridad con el nacionalismo vasco y el PNV al recibir el Premio de la Fundación Sabino Arana en el teatro Arriaga. Lo recuerdo en dos sonadas polémicas con José María Aznar, retándole a que no le dejara entrar y reunirse con «sus amigos vascos». Lo recuerdo con una representación de la izquierda abertzale, que siempre le trató con respeto aun sabiendo que había sido ministro del Interior de su país. Lo recuerdo ponderando la presencia de una delegación del PNV en el congreso del nacimiento de la DCI en tiempos de Alcide de Gasperi y con Javier Landaburu como casi único invitado extranjero de un partido italiano que comenzaba a hacer política democrática tras la guerra mundial. Y lo recuerdo simpre dispuesto a viajar a Euzkadi, a mediar, a buscar soluciones, a opinar sobre el «eterno conflicto».
Siempre me llamó la atención que una personalidad de la envergadura de Cossiga se volcara tan claramente por los nacionalistas vascos y por buscar la paz por estos lares. ¿Indicación del Vaticano? ¿Buena relación con la Comunidad de San Egidio? ¿Cristianismo corso de los de Dom Sturzzo? ¿Sincero agradecimiento por aquella presencia? No lo sé. El caso es que se ha ido uno de los pocos líderes internacionales que acertada o equivocadamente nos quiso, nos trató y buscó desde sus experiencia política solución a un problema enquistado.
En este mundo de la política internacional, ningún ex mueve un dedo sin pedir permiso a Madrid. Y lo bueno de Cossiga en su autenticidad fue que él nunca lo pidió. Descanse en paz un buen amigo.