La Rambla deja de piar
La normativa local lleva al cierre a las tradicionales pajarerías de Barcelona, que darán paso a tiendas de souvenirs y productos típicos catalanes
Actualizado:Una de las muchas tradiciones populares que rigen la vida en Barcelona tiene relación con La Rambla y los animales. Los niños de la Ciudad Condal acuden con sus padres desde hace más de un siglo a los puestos de mascotas de esta zona para hacerse con su primer amiguito. Para los pequeños es un ritual muy divertido. Aunque sus padres a veces salgan escaldados por las nerviosas carreras de los niños entre las jaulas de pájaros, roedores, conejos, peces, tortugas..., por la ley no escrita que asegura que el hijo siempre escogerá el animal que más detesten y, casi siempre, por el precio del ejemplar.
Así ha sido desde hace 150 años, cuando nació esta tradición en el corazón de Barcelona. Pero 2010 pasará a la historia local no sólo por la prohibición de las corridas de toros, sino también por el fin de los puestos de animales de La Rambla. Los once locales aún abiertos están condenados a desaparecer y mutar en puestos de souvenirs y de gastronomía catalana.
Hace ya mucho tiempo que las asociaciones en defensa de los animales pedían el cierre de estos negocios. De hecho, hace siete años el Ayuntamiento aprobó una ley que impedía exponer a las mascotas en los escaparates. Y en 2008 se acordó que, para poder vender animales, estas tiendas deberían tener una superficie mínima de 40 metros cuadrados. Los actuales tienen poco más de diez, así que su clausura estaba cantada.
El cierre estaba previsto para el año pasado, pero no ha sido hasta principios de julio cuando se inició la reconversión. «Con esto, La Rambla pierde un encanto muy especial que no podrá recuperar». Son palabras de José Cuenca, uno de los pajareros, que resume el sentir de todos sus compañeros. Regenta desde hace más de 40 el negocio de su familia, y no lleva nada bien su fin. «No podía asumir que mis tiendas fueran a cambiar. ¡Cómo me iba a poner a vender helados!», se queja. El Ayuntamiento le propuso diferentes tipos de negocio para sus locales, incluida la opción de una tienda de animales que cumpliera con la normativa. Cuenca pensó que esa podría ser la mejor solución para sus cinco puestos, «pero ha sido imposible». «Se han hecho muchas pruebas, pero no se ha conseguido que encaje en el paisaje urbano y que además cumpla con la reglamentación municipal. Así que no voy a seguir. Voy a reconvertir las cinco», explica apesadumbrado el propietario. En su lugar, Cuenca contará con una heladería, una tienda de productos de gastronomía con denominación de origen, otra de souvenirs de Barcelona y Cataluña, otra de libros y objetos relacionados con la cultura, y una última, la que más le gusta al dueño: centrada en la naturaleza y los complementos para el cuidado de mascotas. «Será una tienda de animales, pero sin animales. Algo es algo», se consuela.
La reestructuración de esta pequeña porción de La Rambla está en pleno apogeo. Tan sólo quedan tres puestos de los de siempre, pero tienen los días contados. El resto han sido remodelados o están en plena transformación -las obras son financiadas a medias entre el Consistorio y los propietarios-. Mientras tanto, los barceloneses se reparten entre defensores de los animales y defensores de la tradición, pero, como dice Cuenca, «pasear por La Rambla ya no será lo mismo».