LOS RUIDOS QUE VIENEN
Actualizado:Oído al número. Los estruendos que se avecinan no se deberán a los festejos que conmemoran a nuestras pirotécnicas Vírgenes de agosto, ya que no estamos para tirar coh etes: lo más sonado será la caída de algunos ayuntamientos, más o menos excelentísimos. Sus alcaldes debieran asomarse al balcón lleno de banderas para confesar la verdad y decir: 'Esta casa consistorial es una ruina'. Otras veces, desde el mismo púlpito municipal, han saludado al pueblo bullicioso y ahora no deben ocultarse.
Es el momento de confesar que han puesto muchas piedras y se han olvidado de pagar todas las demás. De eso se deriva el descalabro de las constructoras. Quienes han hecho números están escuchando su triste canción pitagórica: 3.500 millones de euros es la deuda de los municipios con las contratas y llega un momento en el que no se pueden pagar ni los servicios de limpieza, ni la recogida de basuras. Son consecuencia, no solo de la crisis económica, sino de la crisis de vergüenza. Hay ciudades donde el número de consejeros es mayor que el de ventanas y hay pueblos donde no solo trabajan en los ayuntamientos los familiares más íntimos del último palurdo agraciado con el noble cargo, sino los que en las esquelas se denominan «y demás parientes». El conocido grito de 'colócanos a todos' ha sido tan generosamente atendido que ya no cabe un tonto más.
Cuando venga el otoño de manos doradas y los parques empiecen a repartir pasquines en forma de hojas secas, se sucederán las explosiones. Nadie debe preguntarse a qué se deben, ya que se deben a las deudas de algunos ayuntamientos que comienzan a explotar con toda la gente dentro. Como la suerte está tan desigualmente repartida como la desgracia, no en toda España el panorama es idéntico. Hay municipios más conscientes o menos insensatos, pero el ruido ya ha llegado a todas partes. A veces el eco se anticipa al estrépito.