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Pareja feliz. El autor Jung, de origen coreano y adoptado en Bélgica, con su propio retrato de niño en el cómic 'Piel color miel'.
Sociedad

ME GUSTAN LOS CÓMICS ¿Y QUÉ?

:: IÑAKI ZARATA
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Se le llama noveno arte, pero el tebeo ha pasado siglo y medio de desprecios. Su pecado fue nacer en lo más bajo de la categoría intelectual: los periódicos 'amarillos' (precisamente, por el color del personaje de cómic Yellow Kid) y los kioscos de la subcultura 'pulp'. Ese sambenito de creación pueril y barata ha pesado sobre el 'arte secuencial', pero tras un brillante recorrido creativo, el cómic está en librerías y listas de ventas de literatura 'seria' y ha entrado en el mismísimo Louvre.

Leer un tebeo empieza a no ser una inclinación infantiloide que los adultos debamos ocultar. El mérito del cambio lo tienen los muchos creadores que han acumulado un bagaje de obras gráficas renovadoras mezclando arte pictórico, literatura, disciplinas fotográficas y cinematográficas, uso de nuevas tecnologías... «¿Cuál es el camino que lleva de Popeye a 'Maus', cómo hemos pasado de Mortadelo a 'Arrugas'?», se pregunta el ensayo 'La novela gráfica', detallado estudio de esa evolución. Su autor, Santiago García, traza el salto que ha dado el mundo de la viñeta. Del tebeo (que tomó nombre de la publicación infantil 'TBO', de 1917) a la novela gráfica. De los cómics, tebeos, historietas, muñequitos, tirillas, 'fumetti', 'récits illustrés', 'bande desinée (BD)' o el popular 'manga' nipón a la novela gráfica. O simplemente al 'libro', como fue oficialmente aceptado en Francia, años ha. «Repentinamente, leer cómics es elegante entre adultos inteligentes», teoriza Santiago García.

El americano Will Eisner ('Spirit') usó por primera vez el término 'novela gráfica' en la portada de 'Contrato de Dios', de 1978. Y se sitúa a 'Maus', de Art Spiegelman, como la primera referencia mayor del 'nuevo' campo creativo. El cruce de caminos entre los siglos XIX y XX conoció el protocómic a través de su aparición por entregas en periódicos y como barato material editorial autónomo. De aquellos tiempos quedaron personajes como el mentado Yellow Kid o Little Nemo. En paralelo, se asentó en los grandes rotativos el rincón de la tira cómica, variante que ha dejado para la posteridad la popular obra de Charles M. Schulz ('Peanuts', 'Charly Brown', 'Snoopy'), Quino ('Mafalda'), el gato 'Garfield' de Jim Davis o el incombustible 'Don Celes' de Olmo, entre otros muchos.

El poderío económico de Estados Unidos en la prensa y el negocio editorial marcó la pauta de un género que conoció su explosión de masas con los grandes superhéroes: Flash Gordon, Superman, Batman, Spiderman y la producción de editoras especializadas como Marvel. La respuesta hispana fueron héroes como El Capitán Trueno, El Jabato, El Guerrero del Antifaz o Roberto Alcázar.

Fue en el siguiente cruce de siglos cuando un sinfín de autores, ahora de mayoría europea, mezcló fantasía con realidad en una especie de paraficción. Jean Giraud/Moebius, Hugo Pratt (Corto Maltés), Hergé (Tintín), Goscinny y Uderzo (Ásterix), el italiano Manara, el argentino Altuna... El puente a la 'novela gráfica' lo harían artistas como Tardi, diseccionando la geografía parisina, y sobre todo el rompedor Enki Bilal, mezclando dibujo, pintura, cine, foto, periodismo o literatura, a la par que fantasía y realidad. El colectivo galo L'Association (Sfarr, David B, Trondheim...) profundizó la búsqueda del tebeo 'independiente'. Y el género se enriqueció con obras en inglés de Alan Moore, Charles Burns, Corrigan, Daniel Clowes, Chris Ware...

Madurez

En la transición del cambio estuvieron grandes dibujantes como Robert Crumb, Shelton, Corben, Crepax, la escuela barcelonesa alrededor del fanzine 'El Víbora' y otros. El tebeo ha vivido también una estrecha relación con la música popular: biografías, canciones pasadas al cómic o libros como 'Cómic y Rock' y 'Cancionero protestón', de 31 dibujantes españoles.

También ha habido siempre un fructífero matrimonio literatura-cómic, con historias dibujadas desde 'Don Quijote' y 'Crimen y castigo' a 'Amaya y los vascos', relatos de Jack London o 'El capitán Alatriste', adaptaciones de Ray Bradbury o 'El principito' (primero Hugo Pratt y ahora Joan Sfarr). Y el cine ha aprovechado siempre el tebeo, pasando a la gran pantalla desde todos los míticos superhéroes a los patrios Mortadelo y Filemón o más recientemente 'Watchmen'.

Pero es en los últimos años cuando la madurez del género ha explotado. Si el Art Spiegelman de 'Maus' volvió a la carga tras el 11-S con 'Sin la sombra de las torres', la historia y la política han invadido directamente los tebeos serios. El 'Auschwitz' de Pascal Croci, las narraciones de Joe Sacco sobre las guerras de la ex-Yugoslavia o Palestina, 'Café Budapest, de Hungría a Jerusalem', de Alfonso Zapico, la serie 'Berlín', de Lutes, 'Berlín 1931', de Felipe Hernández Cava y Raúl...

Participación femenina

El cómic hace periodismo gráfico en la serie 'El negocio de los negocios. El dinero invisible', sobre la corrupción política del caso Clearstream. De las biografías de Franco o Che Guevara se ha pasado a autobiografías, con presencia generalizada de autoras femeninas: Satrapi ('Persépolis'), la israelí Rutu Modan ('Exit Wounds'), la libanesa Zeina Abirached ('El juego de las golondrinas'), la sudafricana Karlien de Villiers ('Mi madre era una mujer hermosa'), la coreana Kim Eun-Sung ('La historia de mi madre'), Isabel Franc y Susanna Martín de 'Alicia en un mundo real', sobre el cáncer; Miriam Katin y 'Por nuestra cuenta', sobre la huida judía de Budapest... Mujer destacada es también Alison Bechdel y su notable autobiografía 'Fun Home'.

Y el cómic de altura de última hornada cuenta con el autobiográfico 'Piel color miel', las experiencias coreanas de Guy Delisle ('Pyongyang'), las de Nicolas Wild ('Kabul Disco') o la extraordinaria serie 'Le Photographe', sobre los viajes de Emmanuel Guibert por Afganistán.

La reflexión, el periodismo y el reportaje a ras de suelo, pero con gran originalidad formal, han ido ocupando su puesto en un género que ha necesitado su larga trayectoria, mitad ficción mitad realidad, para hacerse respetar.