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EL MIEDO NO VERANEA

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Hemos perdido tantas veces que ganar nos enfada. Si vemos fantasmas es porque hemos visto muchos, no porque se nos aparezcan visiones. Ahora ha regresado el miedo, que es más temible que aquello que se teme. El pánico a una recaída global arrastra a las bolsas europeas y a las vidas de todos. Las primas de riesgo de España vuelven a subir con la consiguiente alarma de toda la familia. Ojalá fueran solo ellas, pero tienen muchos parientes, más o menos cercanos. José Blanco, que hasta anteayer era un apóstol de la austeridad, piensa ahora que el anunciado recorte pudo ser excesivo. Si la gente decide no gastar un puñetero euro puede que sea digna de alabanza, pero es indigna de tomarse un aperitivo. Los que tienen dinero y no lo gastan son culpables de que haya más pobres. Lo guardan para mejor ocasión, pero esta que vivimos es inmejorable.

Nos pasamos de optimismo y quizá ahora nos estemos excediendo de miedo. El ajuste de obras puede llevar a muchas personas a estar de brazos cruzados y paralizar todos los proyectos de infraestructuras nos puede dejar inmóviles, con la única diferencia de que a las estatuas no se les saltan las lágrimas. Ya sabemos que el miedo ha salvado más vidas que cualquier otra perturbación del ánimo, pero complacerse en él no trae nada bueno. Lo supo Séneca cuando recomendó que lo mejor que se puede hacer en las épocas de crisis es tomar la ofensiva. Y lo supo Maquiavelo, que decía que los fantasmas dan más miedo de lejos que de cerca, pero no lo sabe nuestro actual Gobierno, que en su política mercurial unos días nos dice que hay que recortar gastos y otros que se le han acabado las tijeras. Nos han metido el miedo en el cuerpo social y miro con envidia a los bañistas, frente a mi ventana. El fin de la crisis está muy lejos de la playa.