Primarias obligadas
La alternativa de presentar a la ministra de Sanidad adolece de flancos débiles
Actualizado:El acuerdo sellado entre el presidente Rodríguez Zapatero y el secretario del Partido Socialista de Madrid, Tomás Gómez, para zanjar las discrepancias en torno al mejor candidato para las próximas elecciones a la comunidad autónoma de Madrid abriendo un proceso de primarias, parece la solución más adecuada a un conflicto que amenazaba con escaparse del control del PSOE. La resistencia del ex-alcalde de Parla a aceptar la exigencia de Zapatero para dejar paso a Trinidad Jiménez ha impedido la escenificación de un episodio de autocracia inaceptable. Pero la manera en que se ha forzado el desenlace de la pugna pone en entredicho el funcionamiento de los mecanismo de democracia interna cuando se producen discrepancias partidarias en torno a cuestiones electorales. Por lo demás, la alternativa impulsada por el presidente del Gobierno de promocionar a su actual ministra de Sanidad adolecía de flancos débiles. En primer lugar, el hecho mismo de sacrificar a una de las ministras mejor valoradas de su Gobierno en una pugna por la presidencia de Madrid con pésimas expectativas en las urnas indica una gestión discutible de los activos de su Ejecutivo. Y, de otro lado, no era lógico desdeñar la pésima experiencia que advierte del riesgo de acudir con candidatos 'paracaidistas' para intentar salvar los muebles de determinada circunscripción. Tras el desenlace del 'caso Tomás Gómez', que no deja de representar un tropiezo para la hasta ahora indiscutible autoridad interna de Zapatero, los socialistas deberían reflexionar sobre el coste para su imagen del episodio de acorralamiento y presiones al que ha sido sometido por sus propios compañeros un dirigente que hace tres años contó con el respaldo personal y público de la cúpula partidaria. Es posible que abrir a falta de pocos meses para las elecciones autonómicas y locales un proceso de lucha en primarias por la titularidad del cartel electoral acabe erosionando de forma irreversible la imagen de los propios candidatos y de las siglas. Pero la defenestración pública de Tomás Gómez después de tres años de preparar con más o menos acierto su candidatura habría encontrado una fuerte contestación, en el interior del PSOE y en el electorado, de imprevisibles consecuencias.