LA HUMILDAD COMO VIRTUD POLÍTICA
Actualizado:Humildad, es la nueva consigna. La impartió Griñán en el comité director de la semana pasada, la repitió Bibiana el jueves en Cádiz. La 'new age' del socialismo quiere implantar otro estilo, mientras les llueven chuzos de punta en forma de encuestas que, por mucho que intenten interpretar a su favor, no dejan de sucederse con una coincidencia que ya no puede ser casual, se pongan como se pongan, y con un gap cada vez mayor a favor del PP.
No sé si se dan cuenta de lo que significa esta idea, en un simple y casero análisis del discurso: el reconocimiento de que la prepotencia y el sectarismo caracterizan la práctica del poder. En consecuencia, la desautorización, la censura de quienes lo practican. Incluso, por ir más allá, quién sabe si también es que por fin se han dado cuenta de que la gente está harta y que eso es lo que trasladan las encuestas.
El nuevo estilo llega también transido de arrepentimiento y de peticiones de perdón, en plan Ratzinger. Está bien, de algún modo es una pequeña reparación, una brecha en los excesos, en la patrimonialización del poder que ha perpetrado, aunque hay daños irreparables, errores que ya no tienen remedio.
El tiempo no vuelve, como el río de Heráclito, y las palabras por sí solas no cambian nada tangible, mientras sigan las mismas respuestas, el mismo tono, los mismos tics. Los mismos. Es más, deja por los suelos no ya la credibilidad, sino la posibilidad de recuperarla. Así, por ejemplo, la primera en la frente: hemos visto una nueva escena de vieja respuesta en el asunto del manifiesto que ha propuesto la alcaldesa de Cádiz. Todos, y entre ellos los dirigentes del PSOE local, reclaman que el segundo puente se termine en 2012. Sin embargo no son capaces de dar ese paso hacia la humildad («ausencia de soberbia», dice wikipedia) que sería apoyar una propuesta de otro, aunque la reclamación sea la misma. Los ciudadanos asistimos atónitos a este juego que dura ya demasiado tiempo y que ahora, cuando la necesidad de confianza es vital, se convierte en una frivolidad hasta insultante. ¿Quién se apunta el tanto? Parece que da igual que la sociedad pierda mientras no gane el otro. ¿Que les marcan la agenda? Pues haber actuado antes, eso es oficio.
La rivalidad política es buena, resulta ingenuo y absurdo pretender que todo se tenga que pactar. Sin embargo, ese enfrentamiento inveterado, ese frentismo patológico no conduce a nada. Nunca, pero ahora menos, porque agudiza la desesperanza social y la falta de confianza en la política.
Una cuestión palmaria que puede unir a la ciudadanía, como es que el segundo puente, con el 60% ejecutado, se termine a tiempo para el Bicentenario, merece una mayor altura de miras por parte de los representantes de los gaditanos, que no deben olvidar cuál es su empleo, quién les paga -a veces magníficamente bien- y a quién deben reportar.
Mientras la nueva filosofía cala, que lo tiene crudo, nos queda afiliarnos a la cofradía gaditana: humildad y paciencia. Sobre todo, paciencia.