La marea negra arrastra a Hayward
El consejero delegado de BP mancha un exitoso currículum con el estigma de haberse convertido en enemigo número uno de EE UU
Actualizado:Su nombre no figura en la lista de los fugitivos más buscados por el FBI pese a haber sido declarado enemigo público número uno de Estados Unidos por la prensa local. Se trata de Tony Hayward, el consejero delegado de BP, la petrolera más vilipendiada del momento. Esta semana anunció que abandonará su cargo en octubre, derrotado por la gestión de la marea negra que contamina las costas del golfo de México.
«Sé qué trasero hay que patear», espetó el mismísimo Barack Obama en unas desabridas declaraciones con el directivo inglés como destinatario. Acto seguido, exigió su destitución sin la ambigüedad a la que son dados los políticos. «No seguiría trabajando para mí después de todo lo que ha dicho», sentenció.
En un primer momento, Hayward restó importancia al vertido con el peregrino argumento de que su incidencia sería «minúscula» en la inmensidad del océano. Cuando saltó a la vista la magnitud del accidente, pronunció las palabras que peor sentaron en la Casa Blanca: «Nadie más que yo desea que esto termine. Me gustaría recuperar mi vida de antes». El presidente, enfurecido, señaló a BP como la única culpable de la tragedia y prometió pasarle la factura del «asalto a las costas, a la población y a la economía regional».
A bordo de un yate
A la espera de conocer las conclusiones de la investigación interna, el consejero delegado exoneró a la multinacional: «No ha sido nuestro accidente, pero asumiremos la responsabilidad de detener el derrame y las tareas de limpieza», dijo en mayo. En otra ocasión, con más elocuencia que tino, reconoció no disponer de los «instrumentos adecuados en la caja de herramientas».
Minado por las meteduras de pata, la empresa lanzó en vano una campaña publicitaria de casi cuarenta millones de euros para lavar su imagen. El esfuerzo cayó en saco roto cuando, al cabo de unos días, Hayward fue visto a bordo de un yate durante una regata. Cuarenta y ocho horas antes había comparecido ante el Congreso de Washington en una maratoniana sesión de siete horas. Demócratas y republicanos unieron fuerzas contra él, y el único representante que osó romper una lanza a su favor -el conservador Joe Barton- fue desautorizado de inmediato por sus compañeros de filas.
El puntapié de sus detractores ha enviado al directivo a Moscú, donde a partir de otoño se sentará en el consejo de administración de la 'hermana' rusa de la petrolera. Entre tanto, continuará al frente de BP, aunque con su sucesor -el estadounidense Robert Dudley- al mando de la ingrata tarea de dar la cara por el derrame.
La cruzada estadounidense contra British Petroleum ha trascendido hasta la madre patria, donde la prensa exigió al primer ministro, David Cameron, que pusiera en su sitio al mandatario norteamericano. Los defensores de la multinacional creen que su gestión ha sido «demonizada» injustamente, en palabras del propio Hayward. Mientras, la petrolera ha encontrado el perfecto cabeza de turco para seguir adelante.