Opinion

Cataluña y los toros

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Una vez asistí a una corrida de toros en la Plaza Monumental de Barcelona. Me gustó su estilo arquitectónico, entre mudéjar y bizantino, con evocaciones de Gaudí y de Dalí en su decoración. Es una plaza amplia y cómoda, y la afición local era vehemente y entendida. No le iba a la zaga en belleza la antigua Plaza, la de las Arenas, inaugurada el 29 de junio de 1900, con una corrida mixta con toros de Veragua, lidiados por Mazzantini, Antonio de Dios Conejito y Antonio Montes. También intervinieron los rejoneadores M. Ledesma y Grané. Las Arenas es de diseño mudéjar, del arquitecto Augusto Font y Carreras, y tenía capacidad para 14.893 espectadores. El l 9 de junio de 1977 se celebró el último espectáculo taurino. El cartel: reses de María Antonia Laá, para José Manuel 'Dominguín', Armillita Chico y Tomas Campuzano. Con anterioridad a la Plaza de Las Arenas estuvo la Plaza de El Torín, construida en 1834 en La Barceloneta, que ya no existe. La plaza Monumental, antes llamada de El Sport, fue inaugurada en 1914 con toros de Veragua, que fueron estoqueados por Vicente Pastor, Bienvenida, Vázquez y Tosquito. Fue reinaugurada en 1916, ya bajo el nombre actual, con toros de Benjumea estoqueados por Joselito El Gallo, Posada y Saleri II. De estilos mudéjar y bizantino, tiene un aforo de 19. 582 localidades. La Plaza de Las arenas muere lentamente, sin uso desde hace 33 años, comida por la maleza y los gatos que moran en su interior, acaso los gatos más dignos de toda España, porque habitan sin saberlo un coso histórico de sangre y de gloria, donde los héroes toreros dieron su vida y su arte por la fiesta nacional. Parece que va a reconvertirse en centro de ocio, pero no sabemos qué sucederá con sus muros. Acaso el mismo destino de la Monumental, tras la vergonzosa e impresentable votación que ha llevado a la prohibición de los Toros en Cataluña para el 2012. Sirvan así estas breves líneas, donde se ha glosado telegráficamente la breve historia de las plazas de toros de Barcelona, como homenaje a todo el publico que asistió a ellas, a cuantos trabajaron en ella, desde los afamados toreros al ultimo vendedor de refrescos, así como de homenaje a todos los toros, bravos y menos bravos, que un día murieron o fueron indultados en sus nobles arenas, y que hoy, en su eternidad inabarcable de dehesas celestiales, lloran lágrimas amargas por la cobarde decisión de unos indocumentados.