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DOLOR Y PLACER

ALEJANDRA GRACÍA
PORTAVOZ DE LA PLATAFORMA PROU!Actualizado:

Si algún legado nos dejó la ciencia del siglo XX ha sido sin duda el conocimiento biológico del Reino Animal, Reino al que pertenecemos, también, los seres humanos. La ciencia nos dice que los animales forman parte del mismo proceso evolutivo que nosotros, los humanos, y que contamos con suficiente evidencia científica para determinar, indefectiblemente, que los animales son seres sintientes, dotados de un sistema nervioso central, y que por tanto pueden distinguir el dolor del placer y tener interés de seguir viviendo, disfrutar de su libertad y no sufrir. Éste es un argumento científico, por tanto no es subjetivo, ni mucho menos será discutible. Pero ¿qué componente ético debería despertar una afirmación científica de esta índole? A partir de este conocimiento científico, ¿hemos cambiado en algo nuestra relación con ellos? «Los animales no hablan». ¿Es esa una razón suficiente para inferirles dolor y sufrimiento? «Tenemos más poder que ellos», pero ¿ese poder nos da la razón?

Existen muchas formas que los humanos hemos desarrollado, a lo largo de nuestra civilización, para explotar y maltratar a los animales, inferirles dolor y sufrimiento: nos vestimos con ellos, los comemos, experimentamos en ellos, nos divertimos a base de su sufrimiento, y es en éste punto donde se encuentran las corridas de toros, igual que los circos con animales, los zoológicos, los festejos populares, animales a los que se les genera dolor para todo lo contrario a lo que el dolor representa... diversión.

Si bien existen decisiones individuales que cada persona, en relación a una ética propia, puede tomar para no participar en el daño a los animales, también existen decisiones que se toman desde lo colectivo, lo social, y por tanto lo político y lo legislativo. Así como alguien puede decidir hacerse vegetariano o dejar de usar pieles animales, porque ha llegado a un acuerdo con su propia conciencia, también un país puede decidir abolir los espectáculos en los que se maltratan animales porque ha llegado a un acuerdo social de una mayoría que los rechaza.