María Álvarez porta el retrato del joven, junto a varios familiares que acudieron ayer a visitarla. :: ESTEBAN
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«Sólo me queda una lápida para llorar a mi hijo por una injusticia»

La madre del joven que murió apuñalado en Francia por una videoconsola asegura que luchará para que «el asesino tampoco vuelva a ver la luz del sol»

ALCALÁ DEL VALLE. Actualizado: Guardar
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Como quien vive en una nube sin ser del todo consciente de lo que está sucediendo. Las lágrimas no paran de secarse sobre su cara y ya no quedan fuerzas para pararse a pensar en lo ocurrido. María Álvarez, madre del joven de Alcalá del Valle que perdió la vida apuñalado por otro vecino de la localidad en Saint Guilles (Francia), saca fuerzas y, entre llantos, asegura que «ahora me centro en enterrarlo, pero cuando lo haga no voy a parar hasta que se haga justicia con su asesino». «Veintidós años, en la flor de la vida, la alegría de mi casa, salió de aquí para buscarse las habichuelas como temporero en Francia y volverá con los pies por delante», su hermana Isabel afirma a duras penas entre sollozos. Al recordar a Jaime de pequeño, una leve sonrisa se dibuja en la cara de María, «míralo que rubito y que guapo está ahí mi niño», destaca señalando la foto que preside la salita de la casa. El joven Jaime Márquez murió el viernes de madrugada tras una discusión con un compañero de piso por una Play Station. Jaime estaba en Francia como temporero, junto con otros vecinos.

En la puerta de la vivienda de Alcalá aún se amontonan las sillas que ha dejado por allí la funeraria para los acompañantes. Tristemente, la calle Granada, muy cerca de la Plaza del Emigrante, se ha convertido en un ir y venir continuo de personas que quieren mostrar sus condolencias a las familia y preocuparse por los heridos. Este era el segundo año que Jaime iba de temporero a Francia. Sus primeras incursiones en el mundo laboral fueron como albañil, pero la crisis lo empujó a lo que ha sido siempre el sustento de su familia: el campo. Su novia fue la primera en irse este año y «allí le buscó un trabajito y tiró de él», destaca la madre. Ella recuerda que llevaba una ilusión extra porque «quería hacerse una casa sobre la mía y ya lo tenía todo preparado».

Momentos antes de su muerte, el joven llamó a su madre y le comentó lo sucedido. «Mamá me han quitado mi PlayStation 3 y la PSP de mi sobrino», recordaba María. Ella lo tranquilizó, pero él no paraba de decirle: «Es que tengo muy mala suerte, vengo a ganarme cuatro gordas, estoy destrozado, y me han robado más de 600 euros». Además asegura que «lo que más le dolía era perder la del sobrino», al tiempo que recuerda que «el asesino había estado la noche antes jugando con él y le dijo que ojalá él pudiera tener una», destacó.

El joven acudió a la Policía, acompañado del encargado de la finca, para denunciar el robo. Los agentes se personaron en el lugar en plena discusión y consiguió calmar los ánimos, aunque más tarde se reavivó la pelea. La familia asegura, según comentan los testigos presenciales, que Jaime comentó los sucedido en el piso, que compartía con unas catorce personas. «Me han robado las consolas y sé que no ha salido de aquí», espetó. Su familia dice que en ese momento la mujer del presunto agresor se dio por aludida y dijo que a ellos nadie los llamaba ladrones tras lo que «llamó al marido para que viniera a defenderla», asegura María. Francisco, el hermano mayor de Jaime, fue quien se encontraba más cerca y no pudo evitar la primera puñalada aunque su hermano lo alertó de que «se había sacado algo del bolsillo».

La novia de Jaime también sufrió una puñalada en el pecho y otra en el pulmón, además otros dos testigos también probaron el cuchillo y la ira del agresor. Jaime se llevó la peor parte porque «con los nervios, resbaló, cayó al suelo y ahí se ensañó con él», relataba su madre. La situación de pánico que todos vivieron fue tal que al joven tuvieron que sacarlo malherido por la ventana de la habitación, evitando al agresor, para trasladarlo a un centro sanitario pero murió al instante. En ese momento, la familia asegura que el presunto agresor salió de la casa con su mujer y se fueron en el coche, durante unos quince minutos, supuestamente a deshacerse del cuchillo. Tras ese tiempo demostró una gran sangre fría, volvió al lugar de los hechos, se sentó en una butaca y comenzó a decir, con una sonrisa en los dientes y con algunos de los que había apuñalado aún presentes, «con que donde está la consola, ¿no?», aseguraba la hermana del fallecido.