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«El túnel se convirtió en una ratonera»

El vitoriano Daniel Rodríguez consiguió huir de la tragedia, pero no sus amigas Clara y Marta, cuyos cuerpos se repatriarán mañana

TARRAGONA. Actualizado: Guardar
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Tarragona enmudeció. Sus vecinos aún no pueden explicarse que Clara Zapater y Marta Acosta, naturales de la localidad catalana y de la cercana Cambrils, perdieran la vida arrolladas por la multitud en la masiva Love Parade, en la que debían celebrar el fin de su beca Erasmus en Alemania. «No puedo creer que esté muerta», musitaba ayer un conocido de Marta en un improvisado corro formado en las cercanías de la facultad de Letras de la Universidad Rovira i Virgili (URV), en la que estudiaba la joven. La institución ha decretado dos días de luto por las víctimas, cuyos cadáveres serán repatriados previsiblemente mañana miércoles.

Clara y Marta querían festejar por todo lo alto el final de una intensa experiencia de estudios en Alemania. Pero esa celebración se tornó en la peor de las tragedias. Clara Zapater, de 22 años, estudiaba Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Marta Acosta, de 21, cursaba Traducción e Interpretación en la URV. Sus amigos las definen como «personas muy alegres con una vitalidad incansable», que «siempre se apuntaban a todas las fiestas».

Daniel Rodríguez, vitoriano de 22 años, estaba con ellas en el momento de la avalancha. Habían viajado hasta Duisburgo en tren junto a una treintena de estudiantes Erasmus españoles, también alumnos de la Universidad de Münster, a 100 kilómetros de la localidad en la que se celebraba el festival. Daniel relata que el grupo de amigos intentaba entrar en el recinto del festival cuando se produjo la tragedia. «Teníamos que recorrer unos 500 metros hasta la entrada pero se juntó tanta gente tratando de andar en sentido opuesto, que algunos intentaron escapar por una escalera de emergencia en la que solo cabía una persona. Allí ocurrieron las muertes».

El joven consiguió salir del tumulto huyendo en dirección contraria, pero Clara y Marta, a quienes había perdido de vista minutos antes, no corrieron la misma suerte. Fueron aplastadas por la multitud. Sonia Muñoz, una madrileña estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas que también formaba parte del grupo de Erasmus, relató que un amigo suyo vio cómo las chicas «cayeron al suelo y fueron pisadas por la gente pero no pude hacer nada, porque tenía la pierna atrapada». «La gente entró en pánico, porque el túnel, largo y estrecho, se había convertido en una ratonera», dijo otra joven.

Las jóvenes perdieron el bolso, con sus teléfonos y su documentación, por lo que fue imposible para los amigos contactar con ellas. «Nos dimos cuenta de que habían desaparecido pero era imposible encontrar a nadie. Pasamos un pánico tremendo», explica Lisseli Santos, peruana de 22 años. Marta fue encontrada inconsciente bajo el puente horas más tarde por los servicios de emergencia. Fue traslada a un hospital, donde falleció. Los estudiantes supieron de la muerte de Clara al día siguiente, por boca del cónsul español, Manuel Viturro.

«Era una de las personas más alegres que he conocido. Siempre tenía la sonrisa en la boca», recuerda su compañero Daniel. «Era más que extrovertida, la más simpática de la ciudad», añade un amigo de la infancia, quien también explica que Clara sintió desde pequeña pasión por Alemania.