Cuatro años después, Roche ya respira
Los siniestros que pusieron en jaque a la franja costera gaditana supusieron un punto de inflexión en la lucha contra el fuego en Cádiz La pinaleta de El Colorado, arrasada en 2006, se recupera lentamente y cuenta ya con más vigilancia
Actualizado:«Esto era un infierno. No sabíamos qué iba a pasar. Podríamos haber muerto, pero gracias a Dios salvamos la casa y solo hubo daños menores». María Roldán recuerda, muy emocionada, lo que sucedió hace cuatro años en la pinaleta de Roche. Eran apenas las once de la mañana y un incendio -que más tarde se conoció que había sido originado por la imprudencia de un joven al tirar una colilla al suelo- imponía un escenario dantesco.
El fuerte viento de levante hizo que las llamas que en un principio trataban de extinguir varias dotaciones de bomberos de Conil y Chiclana se convirtieran en uno de los peores fuegos que se recuerdan en la provincia. Se quemaron más de 230 hectáreas de pinar, matorral y monte bajo. Desde la pedanía de El Colorado hasta la urbanización de Roche, la columna de humo era visible a kilómetros de distancia. No hubo que lamentar daños personales, más allá de varias atenciones por inhalación de humo o ansiedad. Pero la factura medioambiental fue tremenda.
En aquel fatídico mes de julio de 2006 se registraron en la franja costera litoral entre Tarifa y Chiclana una docena de siniestros. El más grave ocurrió el día 17. La Pinaleta de Boquilla y de Roche quedaron arrasadas. El dispositivo de emergencias, coordinado por el 112, se vio obligado a desalojar varias urbanizaciones cercanas (unas 1.000 casas) por las llamas. Se quemaron cosechas, animales y hubo riesgo serio para los residentes.
Incluso se llegó a activar el nivel 1 de alarma, el más crítico, y a pie del fuego trabajaron una decena de técnicos forestales, 39 especialistas en extinción de incendios, un equipo de atención sanitaria, cuatro vehículos autobomba, un avión de vigilancia y coordinación, tres helicópteros de extinción y otros dos de gran capacidad para combatir las llamas desde el aire.
Además, una Unidad de Análisis y Seguimiento de Incendios Forestales (UNASIF) se desplazó hasta Conil, donde también actuaron dos aviones anfibios.
El caos se adueñó de la zona y el fuego fue portada en los medios de comunicación de toda España. La cara más desagradable del verano se plasmó en la imagen de Antonia Trujillo, inmortalizada junto a docenas de gallinas calcinadas. Su medio de vida se había quemado.
A día de hoy, cuando se cumplen cuatro años de aquella tragedia ambiental, las medidas de protección y el estado de la pinaleta quemada sigue su lenta recuperación.
El programa de reforestación puesto en marcha en la zona ha comenzado a dar sus frutos. Tras los dos primeros años de recogida de la madera quemada, en los últimos meses se ha incrementado el vallado, señalización y trabajo en los cortafuegos.
Con la llegada de la temporada de máximo riesgo Roche vuelve a convertirse en epicentro de la actividad de los vigilantes y los responsables forestales. El año pasado algunos vecinos solicitaron mayor limpieza en toda la Dehesa de Roche para que la situación no pueda repetirse. El Ayuntamiento de Conil y la Junta de Andalucía han trabajado de forma conjunta. Los resultados no son espectaculares desde el punto de vista estético «porque hacen falta muchos años para recuperar el esplendor de una zona de pinares como ésta», pero el terreno responde de forma positiva.
Cabe reseñar que precisamente en uno de los puntos calcinados en 2006 se emplaza una de las torretas de vigilancia contra incendios de la zona. Sin lugar a dudas, de aquel fatídico verano y, sobre todo, del gran incendio que arrasó la pinaleta de Roche en 2006, sí se han sacado consecuencias positivas.
Una de las más destacadas es la corrección de posibles errores en la respuesta contraincendios. Sin ir más lejos, hace unas semanas, y durante la presentación del Plan Infoca para la provincia, los técnicos forestales aseguraban que se ha avanzado mucho en los denominados Planes de Autoprotección.
Cómo actuar
Éstos son protocolos de prevención y actuación en casos de incendios en urbanizaciones forestales o rodeadas de una gran masa verde. «Se trata de saber cómo prevenir, y llegado el caso, cómo actuar ante un incendio», aseguran.
Claro está, la experiencia también es un grado en cuanto a la utilización óptima de los medios humanos y materiales en los Centros de Defensa Forestal como el de Alcalá de los Gazules. Este verano el Plan Infoca está conformado en la provincia por casi 500 personas, varias autobombas, vehículos nodrizas, una decena de vehículos pick-up, y dos helicópteros.
Entre las labores que se llevan a cabo para prevenir los fuegos está el programa de pastoreo destinado a reducir el combustible vegetal y a conservar en buen estado los cortafuegos. En Cádiz se trabaja sobre una superficie de más de 50 kilómetros lineales de cortafuegos. Un total de 772 cabezas de ganado y seis pastores hacen estas labores.
Y es que, como asegura la delegada provincial de Medio Ambiente, Silvia López, «todo esfuerzo es poco». Ella recuerda también que provocar un incendio «es un delito, y como tal está recogido en el Código Penal». De hecho, «cada vez son más los autores de incendios que son identificados y puestos a disposición judicial», explica.
Pero acabar con esa impunidad no es tarea sencilla. Un papel fundamental lo desempeñan las Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF), que determinan las causas y la autoría de los fuegos.
La contradicción llega cuando las penas que se imponen a los pirómanos son mínimas, o el castigo no tiene una suficiente relevancia mediática, como pasó en Conil.