Jerez

Las secuelas del 'manifestódromo'

Los comercios tratan de compartir escenario con los manifestantes de la zona reivindicativa en la que se ha convertido la fachada del ConsistorioLos negocios del entorno del Ayuntamiento empiezan a verse perjudicados por las protestas

Juan Blanco | JEREZ. Actualizado: Guardar
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Raro es el día en el que no se produce una movilización en el entorno del Ayuntamiento. Los trabajadores del propio Consistorio o de las distintas empresas municipales tienen en las puertas del Cabildo su punto de encuentro común para exigir el pago de sus salarios o la mejora de sus condiciones laborales. Pero al igual que ellos no tienen culpa de la situación, el entorno de bares, restaurantes y comercios de la calle Consistorio y su clientela se ven obligados a pagar los «daños colaterales» de estas justas acciones de protesta.

En torno a 120 euros cada día es la cifra que Diego Carrasco, camarero en La Mejorana, considera que está dejando de ingresar el bar donde trabaja. «Cogen todas las terrazas y no se sienta nadie», se queja. Esta merma no se produce sólo en los ingresos, puesto que la menor carga de trabajo redunda también en una menor contratación de personal: «Antes éramos tres, y ahora estoy yo solo». De forma previa a la cotidianidad de las concentraciones, Diego asegura que se servían unos 40 desayunos al día.

Los perjuicios que las manifestaciones causan en los comerciantes del entorno no son sólo económicos. «Te afecta a nivel psicológico: ruidos, explosiones, mucha gente...», explica María Márquez, hija de los propietarios de la tienda de regalos Casa Márquez. «Mi madre muchas veces me llama por teléfono y me dice vente para acá, que estoy muy nerviosa ya. Tiene el estrés que no se merece». Otro de los inconvenientes de las protestas es que el acceso a una tienda como la suya, que tanto depende de los visitantes curiosos, se ve obstaculizado por los manifestantes. «Y si les dices algo, como están alterados, te contestan mal».

Hay incluso quien se siente «entre dos aguas». Antonio Cordero, tras la barra del bar Adeli, no ha notado descenso alguno en el servicio de desayuno. «Muchos de los que vienen a desayunar son los propios trabajadores del Ayuntamiento», comenta. Quizá por ello, Antonio empatiza más con lo que les mueve a protestar, porque les ve «todos los días, desde antes de que empezara esto». Los ruidos generados «son molestos», pero los asume con naturalidad.

Solidaridad

La gran mayoría de negocios de la calle Consistorio y de la Plaza la Yerba dicen comprender los motivos de los trabajadores, pero discrepan en los modos. «Una huelga cada dos meses la soportas, pero a diario...», cuestiona María, justo desde enfrente de las puertas del Cabildo.