Opinion

Un final inevitable

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El Gobierno ha sacado adelante el techo de gasto gracias a la abstención de CiU. Pero le han parado los pies con la congelación de pensiones y el aumento de la edad de jubilación hasta los 67 años. Esto es lo bonito que tiene la democracia: se discute, se debate y se vota. Y el resultado va, por el momento, a misa. Zapatero comenzó más solo que la una el Debate del Estado de la Nación, y ha acabado de la misma manera. La izquierda en bloque está enfrentada con él, no acepta los derroteros que ha tomado la política económica y social, y promete luchar con fuerza. Bien está que se oponga, demuestra coherencia y responsabilidad. Con el PP no va a compartir ni el agua: la derecha sabe que la legislatura tiene que estrellarse si quiere alcanzar el poder, objetivo primordial, según lo que parece, para las filas populares. ¿Quién le queda entonces como posible compañía en su particular camino por el desierto? Sólo los nacionalistas. Catalanes y vascos poseen como casi siempre el control sobre el futuro político del gobierno. CiU ha dejado muy clara su posición respecto a los presupuestos para el 2011: no los apoyará. Sin embargo, se dejará querer. Zapatero está obligado a cumplir con lo impuesto desde la Unión si quiere salir entero de ésta. Durán lo sabe y le va a estrujar hasta dejarle seco. Por otro lado, el PNV también lanza su red: se sabe indispensable para el desenlace de la historia, y va a exigir unas condiciones que, de serles concedidas, provocarían un cisma entre PSE y PSOE. Y una de ellas es el autogobierno. Pintan bastos para Zapatero. Debe sacar adelante los presupuestos del 2011 o el fin de su ciclo se aceleraría, produciéndose con cierta violencia y mucha, mucha tensión. Para ello, tendría que entregar lo que queda de control, aquello que aún no dirigen desde Europa, a CiU y PNV. Ceda o no ceda, la canción suena a despedida.

tomás salinas.